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CRONOLOGIA 1942
REPLIEGUE SOBRE EL SITTANG
1942

 Temor a un lanzamiento de paracaidistas
 La destrucción del puente
 Reorganización del mando
 El comienzo de la larga retirada
 Grave falta de apoyo aéreo
 La carretera de Birmania queda cortada
 Después de la retirada

El 19 de febrero llegó el comandante de las fuerzas terrestres procedentes de Rangún y autorizo al fin la retirada al otro lado del Sittang. El movimiento no podía efectuarse de día, y el hecho de que las unidades y sus comandantes, al amparo de la oscuridad, consiguieran zafarse del acechante enemigo, del que les separaba una distancia de pocos metros, fue una clara muestra de su habilidad.

Pero lo más difícil era lo que les esperaba a continuación: una retirada de 50 km, por un mal camino y perseguidos cada vez más de cerca por dos divisiones japonesas. Llevar la retirada hasta el final y además con éxito parecía poco menos que un milagro; pero lo consiguieron casi por completo.

Soldados japoneses transportando un obus de 30mm en la junglaLas brigadas retrocedieron escalonadamente, alternándose en el movimiento y retrasando mucho el avance japonés; hasta tal punto que la mañana del 21 habíamos logrado el contacto con la División 33 nipona. Pero mi mayor preocupación la constituían las fuerzas enemigas que, según los informes, habían envuelto nuestro flancos. Y, en efecto, la información era exacta.

A las 5 horas del 21 de febrero una patrulla de asalto japonesa efectuó una incursión contra mi puesto de mando avanzado de división de Kyaikto: pero cuando se hizo de día se retiró sin conseguir otro resultado que crear cierto desorden y disparar gran cantidad de municiones.

Temor a un lanzamiento de paracaidistas
Un oficial de Estado Mayor del mando del Ejército llegó de Rangún con noticias importantes. La primera era que los japoneses, según informaciones recibidas, efectuarían probablemente un lanzamiento de paracaidistas en las primeras horas de la mañana siguiente, en el terreno descubierto que se extiende al oeste del río, para tratar de apoderarse del puente por aquel lado. La segunda era que la Brigada Acorazada 7 había llegado a Rangún. 

Durante toda la noche, el transporte de tropas al otro lado del puente continuó sin parar. Había dado orden de que se diese prioridad absoluta al I/IV Gurkha, que debería actuar como unidad antiparacaidista. También el general Hugh-Jones cruzó el puente con su mando de brigada, y yo establecí en las inmediaciones un pequeño puesto de mando operativo divisionario.

De pronto se oyeron disparos en la jungla, al este del puente: era claro que una importante unidad japonesa había atacado a nuestras fuerzas. El primer asalto casi llegó hasta el puente. De no haber resistido el ataque el 4/12° Regimiento de la guardia de frontera y la compañía del Regimiento Duke of Wellington, lo más probable es que el puente hubiera caído en manos japonesas.

Ordené al I/IV Gurkha que lanzara un contraataque, y entonces el enemigo se retiró; pero ya se había establecido con fuertes destacamentos entre las defensas de la cabeza de puente y las Brigadas 16 y 46. El III y el V Gurkha, pertenecientes a la brigada de Hugh-Jones, que se disponían a cruzar el puente, tuvieron que retroceder en el transcurso de un violento combate. Los duros encuentros continuaron todo el día en la orilla derecha del río; asimismo, en la jungla se luchaba sin cuartel, y brigadas y batallones se fraccionaban en pequeños grupos. Los dos generales, Jorres y Ekim, junto con sus Estados Mayores, pasaron por experiencias terribles; pero tanto los batallones ingleses como los hindúes combatieron con gran valor, y las defensas de la cabeza de puente siguieron en nuestro poder. Mientras tanto, el comandante en jefe me pedía constantemente información, ya que a la mañana siguiente deseaba encontrarse conmigo en la carretera Rangún-Pegu. Yo sabía que aquella reunión iba a tener una importancia fundamental y que de sus conclusiones dependía el destino de Rangún y de Birmania.   inicio

La destrucción del puente
Infanteria japonesa apoyada por ametralladoras se lanza al asaltoPor la tarde los combates cesaron. Puse a Hugh-Jones al mando de la cabeza de puente, dejando con él a mi jefe de Estado Mayor, y yo volví al puesto de mando de división. Habíamos estado en tensión continua, sin un minuto de descanso, durante más de dos días y dos noches. Antes de marcharse, le repetí mis órdenes al general Hugh-Jones: el puente, ya completamente preparado para la demolición, no debía caer de ninguna manera en manos japonesas.

El general Cowan me despertó a las 4,30, diciéndome que el general Hugh-Jones quería hablarme. Me comunicó que, durante la noche, la presión enemiga contra la cabeza de puente había aumentado. Después de haber consultado con los comandantes de los Batallones 4/XII y I/IV, dos oficiales expertos que merecían la mayor consideración, me informaba de que no podría garantizar que el puente resistiese durante más de una hora. Y, por tanto, me pedía autorización para volarlo. Me encontré entonces ante un dilema angustioso, ya que sabía que si autorizaba la voladura, dos tercios de la división quedarían aislados en la otra orilla del río, y, si me negaba, dos divisiones japonesas tendrían camino libre hacia Rangún.  Como se me había consultado, la responsabilidad era mía, y yo no solía eludirla. La respuesta, por mucho que me costase, no podía ser más que una: si ya no era posible defender el puente, lo único que podíamos hacer era destruirlo.

Di la orden de demolición sin perder tiempo. Y a las 5,30 nuestros ingenieros lo hicieron saltar. La decisión había sido difícil; pero ni Cowan ni yo dudamos de su absoluta necesidad. Tampoco él ni yo hemos tenido jamás motivo alguno para arrepentirnos; sin embargo, aún no se han extinguido las controversias sobre esta operación, que atormentó la conciencia del general Hugh-Jones hasta el día de su muerte.

Pero lo cierto es que los acontecimientos que siguieron demostraron que la decisión no acarreó las trágicas consecuencias que hubiera podido provocar, ya que las divisiones japonesas, en vez de aniquilar a nuestras tropas, remontaron inmediatamente el curso del río para preparar otro punto de paso. Entonces, las unidades británicas que habían quedado en la otra orilla no perdieron el tiempo y empezaron a cruzar el Sittang, a nado y en balsas. Sin embargo, yo aún no lo sabía cuando me encontré con el general Hutton y con todos los jefes militares y funcionarios civiles que me esperaban en el lugar establecido de antemano para la entrevista.

El general Hutton recibió con admirable sangre fría las desalentadoras noticias que le llevaba. Por otra parte, lo cierto es que jamás le había visto desconcertado.

Después del desastre del Sittang, la División de infantería 7 quedó reducida a 3484 hombres: el 41 %, aproximadamente, del total de sus efectivos. Pero la mayor parte de los batallones ya estaban muy por debajo de sus efectivos orgánicos antes de la citada acción. También se habían perdido los cañones, los medios de transporte, el equipo y la mayor parte de las armas. Por primera vez la División 17 había dejado de existir como unidad en condiciones de combatir. La verdadera tragedia de esta breve y triste campaña fue que la batalla decisiva, detrás de la amplia barrera del Sittang, el único terreno favorable para nuestras tropas, no se combatió jamás. Resultaba ya evidente que la defensa de Rangún tenía los días contados, por lo que el comandante en jefe ordenó la demolición de las obras del puerto, de los depósitos de petróleo y de otras instalaciones.  inicio

Reorganización del mando
Infanteria japonesa ocupa los pozos petroliferos de Yenangyaung, previamente destruidosTenía que volver a la India para pasar el período de descanso y de cura que los oficiales médicos me habían ordenado. Así, pues, el 2 de marzo transmití las consignas al general Cowan, quien asumió entonces el mando de la División 17, y partí en avión hacia la India en compañía del general Wavell. Al día siguiente proseguimos, sin hacer escala, hacia Calcuta, en cuyo aeropuerto esperaba a Wavell el general Alexander, quien iba a sustituir a Hutton en el mando del Ejército birmano. Wavell había vuelto a asumir el cargo de comandante en jefe de la india y, naturalmente, conservaba también su autoridad sobre Birmania, que de nuevo formaba parte de la zona militar hindú.

Por aquellos días se nombró al general Slim comandante del Burcorps (Cuerpo de Ejército de Birmania), formado por unidades de Cuerpo de Ejército (entre ellas la Brigada Acorazada 7), la División I birmana, la División 17 hindú, (a la que se había incorporado la Brigada 63 hindú), cierto número de tropas de Ejército y unidades encargadas de las líneas de comunicación, lo que daría libertad al general Alexander para dirigir de forma unitaria las operaciones de las fuerzas británicas y chinas.

Mientras tanto, el general Hutton había empezado a poner en práctica el plan de evacuación de Rangún establecido anteriormente, retirando en primer lugar a la población civil, los internados en hospitales y manicomios y los presos comunes de las cárceles. Se evacuó casi por completo al cuerpo de policía, y entonces una ola de incendios, provocados deliberadamente, se difundió por la ciudad, dificultando en gran manera las operaciones. Al final se llevó a cabo, dentro de lo que era posible, el plan de demolición de todas las instalaciones del puerto; los «últimos gastadores» abandonaron la ciudad en llamas a bordo de lanchas motoras, dirigiéndose hacia los tres buques que les esperaban río abajo. El último tren salió de Rangún a las 7,30 horas del día 7 de marzo.

Simultáneamente, el teniente general de Aviación Stevenson se había encargado de los planes para retirar a la RAF. Se trasladaron unos 3000 hombres a la india, y en Magwe se constituyó el Burwing (Grupo de Birmania) con el 17° Escuadrón de cazas, el 45° Escuadrón de bombarderos, un destacamento del 28° Escuadrón de la Aviación del Ejército y un escuadrón de cazas del AVG. También en Akyab (Birmania) se organizó un grupo más reducido, designado con el nombre de Akwing.  inicio

El comienzo de la larga retirada
Ahora el Ejército de Birmania se veía obligado a combatir prácticamente aislado de toda ayuda procedente del exterior, ya que los refuerzos y los abastecimientos únicamente podían llegar por avión, al no existir una carretera que lo uniese a la india.

Mientras las fuerzas aliadas, se reagrupaban sobre la línea Prome-Toungoo, el problema de los Ejércitos chinos que estaban entrando en Birmania se convirtió en una cuestión capital desde la llegada del general americano J. W. Stilwell, apodado «Vinegar Joe» (Joe Vinagre), que asumiría el mando de las mismas.

Chiang Kai-Chek habría preferido que Stilwell asumiese también el mando de las fuerzas británicas, pues había perdido toda confianza en el mando inglés; Stilwell, en cambio, prefería que el comandante en jefe fuera Alexander, y estaba plenamente de acuerdo en actuar a sus órdenes. Comenzó así una leal colaboración entre Alexander y Stilwell que duró hasta el final de la campaña; no obstante el modo con que estaba organizado el mando de las fuerzas chinas no permitió nunca un funcionamiento satisfactorio, pues todas las órdenes habían de pasar a través de una cadena tan larga que los movimientos urgentes sufrían notables retrasos.

El  30 de Marzo la División 200 china, tras oponer una resistencia muy tenaz, que duró alrededor dedos semanas, se vio obligada a retirarse de Toungoo sin poder volar el puente sobre el Sittang, por el que pasaba la carretera Toungoo-Mawchi-Bawlake, que conducía al corazón de los montes de Karen y de los Estados Shan y de la que los japoneses se sirvieron inmediatamente.

Mientras tanto, en el frente del Irawadí los últimos aviones de la RAF se habían visto obligados a abandonar Magwe y Akyab, y desde entonces el Burcorps quedó completamente desprovisto de aviones de reconocimiento, defensa y apoyo, por los que necesario efectuar los desplazamientos de noche y dispersarse en una zona aún más amplia que de costumbre durante el día.

El 26 de marzo Slim había recibido un mensaje urgente del Ejército de Birmania para que efectuase una acción demostrativa en el frente del Prome, con el fin de disminuir la presión del enemigo sobre los chinos que se encontraban en Toungoo. Slim confió el cometido a la División 17, al mando de Cowan, ordenándole que avanzara hacía Okpo, siguiendo la carretera principal y la línea ferroviaria. Aunque las fuerzas de Cowan consiguieron abrirse paso, su acción en ayuda de los chinos costó pérdidas considerables: gran numero de medios de transporte, cañones y diez carros de combate, así como 21 oficiales y 290 soldados de la ya diezmada infantería. El día I de abril, cuando Wavell y Alexander visitaron el puesto de mando del Surcamos de Slim, en Allanmyo, convinieron de común acuerdo en la necesidad de retirarlo de Prome al sector de Thayetmyo-Allanmyo, y entonces la División 17 quedó desplegada del siguiente modo: la Brigada 63, mandada por el general A, E. Barloes, estaba en Prome, reducido ya a un montón de ruinas; la Brigada 16, del general J. K. Jones, al este de Prome; la Brigada 48, al mando del general R. T. Cameton, cerca de Hmawza, y la Brigada Acorazada 7, en Tamagank.
inicio

Grave falta de apoyo aéreo
Los japoneses, después de transportar sus tropas en camiones desde Shwedaung, en la noche entre el 1 y el 2 de abril, lanzaron un violento ataque contra Prome con el Regimiento 215. Hacia las tres de la madrugada del día 2 Cowan ordenó que antes del amanecer las Brigadas 48 y 63 rompieran el contacto y se retirasen a nuevas posiciones, cruzando la línea defendida por la Brigada 16. La División 17 pasó por momentos especialmente difíciles: los hombres habían combatido durante toda la noche y buena parte del día, y además el mes de abril es uno de los más cálidos en Birmania. El aire estaba impregnado de polvo el agua escaseaba y la Aviación japonesa causaba estragos. No obstante, la División pudo replegarse al completo y establecerse en las nuevas posiciones.

El 3 de abril Slim, tras concentrar al Burcorps, cursó una directiva en la que delineó los planes para el futuro, encaminados a impedir que los japoneses llegaran a los pozos petrolíferos de Yenangyaung y de Chauk, a defender Birmania septentrional y a mantener el contacto con el Ejécito 5 chino, que operaba en el valle del Sittang.  La falta de apoyo aéreo y el hecho de que la División 17 hubiera combatido interrumpidamente durante los últimos tres meses sin recibir refuerzos, estaba creando grandes problemas al Ejército de Birmania. Pero Wavell no disponía de los medios aéreos que hubiesen podido remediar la situación. Los japoneses no tardaron en aprovechar la toma de Toungoo; y así, el 2 de abril el general Iida trasladó allí su puesto de mando. Su propósito era cortar la carretera de Birmania y, en consecuencia, todas las vías de comunicación de las divisiones chinas cerca de Lashio, y envolver luego a las unidades aliadas en el sector de Mandalay para obligarlas a combatir con la retaguardia desplegada en el Irawadi. Por su parte, el general Alexander decidió resistir sobre la línea Minhla-Taungdwingyi-Pynmana-Loi-Kaw. Al Burcorps le correspondía la responsabilidad de defender un frente de 64 km, cuyo extremo oriental era Taungdwingyi, mientras que el Ejército 5 chino defendería el sector de Lo¡-Kaw.

Mientras tanto, los japoneses presionaban por todas partes, avanzando, como de costumbre, casi mecánicamente. La tarde del día 16 Slim dio la señal convenida para la destrucción de las instalaciones petrolíferas de Yenangyaung, y entonces toda la amplia zona de los depósitos se convirtió en un gigantesco mar de llamas. El Ejército 65 chino estaba entrando entonces en Birmania, y la División 38, que constituía su vanguardia, mandada por el teniente general Sun Li-jen, se puso bajo las órdenes directas de Slim, de acuerdo con una decisión estipulada entre los generales Alexander y Stilwell.

Durante los diez días siguientes el Burcorps y los chinos combatieron violentamente al sur de Mandalay, mientras al Este la División 56 japonesa se movía en dirección a Lashio, cuya caída era ya sólo cuestión de tiempo. Las condiciones y el número exiguo de las fuerzas que los chinos habían podido reunir al sur de Mandalay excluían también toda posibilidad de una larga resistencia en el Irawadi. Examinando entonces las circunstancias, Alexander consideró que su objetivo principal debía ser, a partir de aquel momento, la defensa de la India.

El plan adoptado preveía que el Burcorps, después de retirarse al otro lado del Irawadi, se replegase sobre Kalewa. El problema de poner en práctica dicho plan no era sencillo; pero se habían comenzado ya los preparativos para adaptar la pista que conducía a Shwegyin por la jungla de Ye-u a los transportes motorizados. También se organizaron depósitos de víveres, agua y gasolina en las diferentes etapas, y se almacenaron otros abastecimientos en Shwegyin.  inicio

La carretera de Birmania queda cortada
El Burcorps inició inmediatamente la retirada. El punto crítico era el puente Ava, sobre el Irawadi, que la mayor parte de sus efectivos tenía que cruzar para pasar el río y que estaba amenazado por una división japonesa. No obstante, gracias a algunos audaces contraataques, el paso se efectuó sin dificultades.

El 29  de abril  Alexander v Stilwell se reunieron Shwebo, y  allí recibieron la noticia de que los japoneses se habían apoderado de Lacio y acababan de cortar la carretera de Birmania.

La  primera fase de la campaña Birmania se estaba acercando a su fin. Afortunadamente,  todo sucedía según los planes previstos  en el frente del Burcoros; pero entonces llegó la demoledora noticia de que una  columna enemiga había ocupado Maonywa. En efecto, el Regimiento 215 japonés efectuó un rápido avance desde Pakokku, la tarde del 30, y al día siguiente había logrado conquistar aquella localidad.

Una vez más el ímpetu incontenible y la gran rapidez de movimientos de los japoneses nos habían sorprendido por completo, pues la pérdida de Monywa transformó lo que debía ser un repliegue ordenado en una precipitada retirada que pudo acabar en catástrofe.

Mientras el Burcorps se abría camino con dificultad hacia la India, los restos de Ejército 5 chino se retiraron se Shwebo hacia el Norte. El mando de dicho Ejército y algunas unidades del 22 y de la División 96 consiguieron llegar, por fin, a costa de grandes dificultades, al valle del Hukawng. El general Stilwell permaneció en  Shwebo hasta  el día 1 de mayo, y después se vio obligado a ir a pie hasta el Chindwin y desde allí, por las colinas, hasta Imphal. La extenuante marcha terminó el 15 de mayo, cuando él y sus acompañantes llegaron al Assam.
Mientras tanto, comenzaron las lluvias, que para el Burcorps constituyeron una especie de bendición. Por un lado causaban grandes incomodidades y hacían aún más difícil la marcha por las pistas pero por otro empantanaron por completo a sus perseguidores japoneses.

Después de la retirada
Resumiendo las enseñanzas desprendidas de nuestra catastrófica derrota, Slim subrayó el grave error de no haber trasladado a Birmania a los Ejércitos chinos en cuanto nos los ofrecieron; pues sólo su presencia habría podido equilibrar la desproporción numérica que, junto con lo exiguo de nuestras fuerzas aéreas y la falta de adiestramiento y de equipo de las tropas, nos puso en unas condiciones de total desventaja.

En el transcurso de la campaña, que duró cinco meses y medio, el Ejército de Birmania retrocedió casi 1600 km (lo que representa la retirada más larga efectuada jamás por un ejército británico) y perdió 10.036 hombres. A éstas se han de añadir las bajas sufridas por las unidades birmanas, con las que el total asciende a 13.463 hombres. La cifra oficial de bajas japonesas fue de 4597. La aviación aliada perdió 116 aviones y los japoneses más o menos el mismo número.

Los británicos fueron superiores a los japoneses tan sólo en la acción de mando y en la dirección de las operaciones: los generales Slim y Alexander demostraron ser dos de los mejores jefes militares de la segunda Guerra Mundial y los comandantes de división, de brigada y de batallón también fueron magníficos soldados.

En su libró, Slim lamenta con amargura la acogida un tanto despectiva que recibieron sus hombres cuando volvieron a la India, en franco contraste con la recibida en Inglaterra por el Cuerpo Expedicionario británico después de Dunkerque. «No esperábamos que nos acogieran como a héroes –escribe-, pero sí por lo menos como a soldados que, aunque derrotados, no habían perdido en modo alguno su honor. Estaban atormentados por la malaria y por la disentería, y merecían algo mejor que la completa falta de  consideración y de ayuda que encontraron.

Silm estaba  decidido a no enfrentarse otra vez con los japoneses hasta que tuviese unidades perfectamente adiestradas y equipadas para aquel tipo de guerra, con el apoyo de una Aviación superior a la enemiga y con los medios aéreos de transporte para hombres y abastecimientos.

Tenia toda la razón, y lo demostró dos años después, cuando puso en práctica sus teorías y consiguió unos éxitos clamorosos.  inicio

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