Europa 1939
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LUCHA EN SALERNO
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Los planes para la campaña de Italia
Cambio de planes a causa de la rendición
Sin oposición frente a la invasión masiva
Sorpresa para los alemanes
Agosto a Octubre 1943
Cuando la  aliados decidieron invadir Italia, antes que Francia meridional o los Balcanes, esperaban que su misión sería fácil. En los Italianos la voluntad de combatir se había debilitado y por otra parte el Alto Mando aliado dudaba de que los alemanes estuvieran  en situación de enviar a Italia fuerzas suficientes para impedir el avance angloamericano hacia el Norte. Sin embargo, les esperaba una amarga sorpresa: desde el punto de vista geográfico, Italia no era, precisamente, el punto más vulnerable del Eje y, a pesar de los fáciles éxitos en Calabria y en Tarento, el desembarco en Salermo fue, para las fuerzas angloamericanas, la batalla más desesperada que hubieron de afrontar hasta la fecha.

La invasión angloamericana del Norte de África y de Sicilia (en la última de las cuales participó incluso un contingente de fuerzas francesas) tenía como principal objetivo garantizar la seguridad de las rutas marítimas entre Gibraltar y Suez, a fin de que ya no fuese necesario el periplo de África. La invasión de Italia meridional señaló el principio de una nueva fase estratégica, en la cual según más tarde escribió el general Alexander, «el teatro de operaciones del Mediterráneo no tendría ya prioridad absoluta en cuanto a recursos y sus operaciones adoptarían un carácter preparatorio y subsidiario para la gran invasión que tendría como base el Reino Unidos».

La decisión de invadir Italia meridional nació en la conferencia de Casablanca, en enero de 1943, cuando todavía estaba en curso la campaña de Túnez. Habiendo decidido invadir Sicilia, con la esperanza de hacer más seguras las rutas del Mediterráneo, de restar fuerzas alemanas del frente ruso y de obligara Italia a abandonar la guerra, Churchill y Roosevelt, con sus consejeros militares y los jefes de Estado Mayor, discutieron lo que debería hacerse tras la conquista de dicha isla.

Como esperaban alcanzar la victoria final en Europa mediante una operación más allá del canal de la Mancha, ¿sería posible efectuar alguna otra empresa en el Mediterráneo? Puesto que los recursos disponibles no permitían llevar acabo, simultáneamente, campañas de gran envergadura en ambos sectores, cualquier empresa mediterránea debilitaría los recursos que se acumulaban en el Reino Unido para el ataque más allá del canal, retardando, probablemente, la acción decisiva. Sin embargo, a la sazón, la costa meridional de Europa, entre España y Turquía, ocupada por las fuerzas del Eje, estaba al alcance de la mano, y constituía un excelente objetivo para una invasión. ¿Así, pues, sería mejor detenerse, después de la conquista de Sicilia y conservar los recursos para un ataque más rápido en Europa noroccidental o acaso sería más práctico emplear en el Mediterráneo a los hombres y materiales existentes en aquel sector?

Los americanos, hondamente preocupados por la guerra en el Pacífico, eran partidarios de una rápida invasión más allá del canal de la Mancha; mientras los británicos, que consideraban debía reservarse la invasión del continente como golpe decisivo para infligirlo a una Alemania ya debilitada, preferían la continuación de la guerra en el Mediterráneo. Y como durante la primavera del año 1943 se había hecho evidente que la escasez de medios navales de desembarco y la potencia de las fuerzas alemanas impedirían, por aquel año, la empresa, las operaciones eventuales en el Mediterráneo parecían cada vez más factibles y convenientes.

Pero ¿adónde ir? Los americanos consideraban el Mediterráneo occidental, con la conquista de Córcega y de Cerdeña, como el preludio a una invasión del Sur de Francia, complemento de la empresa principal que debería serla del canal de la Mancha. Por su parte, los ingleses juzgaban favorablemente el Mediterráneo occidental con miras a un desembarco en la parte meridional de la península italiana, para preparar una invasión de los Balcanes, con lo que se conseguiría ayudar a los partisanos yugoslavos, en volver a Turquía en la guerra y abrir un camino más corto hacia Rusia. Mas, tanto una como otra línea de acción, presentaban notables inconvenientes. Una sola esperanza animaba a los Aliados: si la invasión de Sicilia no bastaba para obligar a Italia, el miembro más débil del Eje, a abandonar la guerra, quizá se consiguiera este fin asestando un segundo golpe. Si Italia se rendía, los alemanes se verían obligados a extender más sus propias fuerzas a lo largo de toda la periferia de Europa; incluso era posible que se retirasen de Italia, dejando así a los Aliados en libertad para utilizar sus aeropuertos e intensificar con ello las incursiones aéreas. Pero si los alemanes decidían combatir en el accidentado suelo italiano, ello provocaría una larga campaña que obligaría a los angloamericanos a incrementar el abastecimiento de esta zona de operaciones que los jefes del Estado Mayor conjunto consideraban de importancia secundaria.

Cuando los jefes aliados se reunieron en Washington, para la conferencia <Trident», en mayo de 1943, en un momento en que la campaña del África del Norte terminaba felizmente, confirmaron sus planes para la invasión de Sicilia. Programaron la operación para el mes de julio, al tiempo que decidían otros objetivos en el Mediterráneo: intentar eliminar a Italia de la guerra, y, al mismo tiempo, empezar y absorber el mayor número posible de fuerzas alemanas. Mas, cuando intentaron definir la forma de conseguirlo, no llegaron a ponerse de acuerdo. inicio

Los planes para la campaña de Italia
Con el fin de encontrar una solución específica, Churchill, el general Marshall y el general Sir Alan Brooke, jefe de Estado Mayor Imperial, fueron a Argelia para entrevistarse con los comandantes del teatro de operaciones del Mediterráneo: el general Eisenhower, comandante en jefe de las fuerzas aliadas; el general Alexander, su segundo comandante, el teniente general de Aviación sir Arthur Tedder y el almirante sir Andrew Cunningham.

Los comandantes llegaron a la conclusión de que, ejerciendo en los meses siguientes una fuerte presión, probablemente se conseguiría la rendición de Italia. Mas la elección de las operaciones a seguir, después de la conquista de Sicilia, dependía de dos posibles reacciones del Eje y que no podían preverse: se ignoraba si las fuerzas italianas se desintegrarían tras la campaña de Sicilia y cuál sería la reacción de los alemanes ante la progresiva debilitación de la moral de los italianos. Eisenhower opinaba que si la conquista de Sicilia lograba eliminar a Italia de la guerra, los Aliados debían invadir la península italiana. Churchill era de su misma opinión. Pero Marshall, temiendo que la campaña de Italia absorbiera los recursos necesarios para el ataque a través del canal de la Mancha, propuso que Eisenhower constituyera dos grupos para el trabajo de planificación: uno, para la operación contra Cerdeña y Córcega; otro, para una operación contra Italia meridional.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

Se aceptó la sugerencias, y Eisenhower asignó la planificación para la campaña de Cerdeña y Córcega al mando del Ejército 5 americano y la de Italia meridional al mando del X y V Cuerpo de Ejército británico.

La ruta más fácil para alcanzar el sur de Italia era el estrecho de Mesina. Mas, como podía darse el caso de que, al término de la campaña de Sicilia, las tropas estuvieran demasiado exhaustas -o también que fuera más oportuno efectuar el paso antes del término de la campaña en la isla- Eisenhower encargó al Cuerpo de Ejército X británico que estudiara un plan de ataque (Buttress) a desencadenar desde el Norte de África, sobre un punto de desembarco situado en la punta de la bota próximo a Reggio di Calabria. En el caso de que el Cuerpo de Ejército X británico no lograra avanzar, el Cuerpo de Ejército V británico, asimismo debería estar dispuesto a efectuar un ataque anfibio (Goblet) cerca de Crotone. Si, por el contrario, se elegía Cerdeña, el Cuerpo de Ejército X británico uniría las fuerzas destinadas al plan Buttress a las divisiones del Ejército 5 americano; por lo que concernía a Córcega, Eisenhower pidió al general Giraud, comandante en jefe de las fuerzas francesas en el Norte de África, que preparase un plan para una operación en la que intervendrían, exclusivamente, fuerzas francesas.

En junio, un mes antes de la invasión de Sicilia, los jefes de Estado Mayor británico empezaron a considerar la posibilidad de una campaña en Italia meridional, con Nápoles como objetivo, o, eventualmente, Roma, según conviniera mejor a los fines del Estado Mayor combinado. Sin embargo, preocupados por los problemas relacionados con operaciones terrestres a amplia escala, que influirían de modo negativo en el ataque a través del Canal, los jefes americanos del Estado Mayor combinado prefirieron Cerdeña y Córcega, que requerían menor esfuerzo.  inicio

No obstante, cuando la relativa facilidad de la invasión de Sicilia demostró el extremo deterioro a que había llegado la potencia militar italiana, los jefes del Estado Mayor conjunto se preguntaron si sería factible efectuar un desembarco en la costa occidental de Italia, cerca de Nápoles, en lugar de un desembarco en Cerdeña. Los principales riesgos eran la limitación del apoyo aéreo y de los medios navales de desembarco, puesto que Nápoles se hallaba fuera de la autonomía de los cazas monomotores que operarían desde los aeródromos de Sicilia, y en cuanto a los medios navales de que se disponía eran inadecuados para las necesidades de un desembarco de tanta importancia.

Los americanos encargados de la planificación, se mostraban contrarios a una operación contra Nápoles; desde luego, si tenía éxito, podía acelerar el colapso de Italia, pero su fracaso perjudicaría la preparación del ataque más allá del Canal y desbarataría los planes estratégicos globales. A pesar de todo, estudiaron cuidadosamente toda la costa italiana, intentando encontrar lugares  adecuados para un desembarco, designando convencionalmente a la operación con el nombre de «Avalanche».

El 18 de junio, cuando Eisenhower pidió la aprobación (que obtuvo en seguida) para llevar la guerra a Italia continental, inmediatamente después de la campaña de Sicilia, lo hizo pensando en un desembarco en el sector meridional; pero, en cuanto se tuvo noticia de la caída de Mussolin- la Operación «Avalanche» (desembarco del Ejército 5 americano en un punto de la costa occidental, sobre la punta de la bota) pareció irrealizable. A fin de reducir los riesgos de la citada operación, que requería el empleo de las fuerzas destinadas al plan Buttress, Einsenhower decidió enviar rápidamente al otro lado del estrecho de Mesina, fuerzas del Ejército 8 americano para asegurarse una cabeza de puente sobre la punta de la bota (Operación «Baytown»).

Como quiera que entre el 7 y el 8 de septiembre la fase lunar facilitaría la aproximación de la Marina a las playas y el lanzamiento de paracaidistas, y puesto que los medios de desembarco y los buques no podían alejarse de Sicilia, el Ejército 8 británico debería atravesar el estrecho en los primeros días de septiembre, mientras la Operación «Avalanche» -con el Cuerpo de Ejército X británico y el VI americano, encuadrados en el Ejército americano- se iniciaría el día 9. Los encargados de planificarla Operación «Avalanche» descartaron el puerto de Nápoles, ya que sus playas no eran adecuadas para el desembarco y porque las laderas del Vesubio, que dominaban la orilla y el acceso por mar, estaban sólidamente fortificadas. Descartaron también el golfo de Gaeta, al norte de Nápoles, pues tampoco sus playas tenían un fondo consistente y se encontraban, además, fuera del radio de acción de los cazas con base en Sicilia. Al fin eligieron la franja de playa, de unos 30 km de longitud, situada junto a Salerno, al sur de Nápoles, a pesar de que el río Sele, que cruza la llanura de Salerno, dividiría en dos a las fuerzas de invasión. Pero por otra parte, aunque las alturas cercanas dominan la costa y las montañas impiden el acceso inmediato a Nápoles, los cazas podrían prestar el necesario apoyo aéreo a los desembarcos, y el puerto de Salerno y la bahía de Amalfi serian asimismo de gran utilidad para recibir los abastecimientos.  inicio

Cambio de planes a causa de la rendición
Los riesgos derivados de los problemas del apoyo aéreo y de los transportes por vía marítima, añadidos al potencial bélico de los alemanes, que habían logrado evacuar sus fuerzas de Sicilia, motivaron después un ligero cambio en la estructura de la situación. El golpe aliado contra Italia peninsular fue conocido en su origen, como un medio para obligar a este país a la capitulación; pero ahora quedaba condicionado por la previa eliminación de Italia, a través de los tratados militares para negociar la rendición. Por fortuna, el Gobierno italiano, presidido por el mariscal Pietro Badoglio, que había sucedido a Mussolini, mientras seguía asegurando a los alemanes que Italia continuaría la guerra, negociaba secretamente la rendición con los Aliados, y estos últimos hubieran podido reducir los riesgos de la Operación «Avalanche» haciendo que los italianos combatieran contra los alemanes.

En el curso de las negociaciones para la rendición, los italianos se ofrecieron para abrir a los Aliados el puerto de Tarento, en el talón de la península, así como Brindis, en la costa adriática. Se suponía que los pocos alemanes presentes en la región se retirarían y que los Aliados, adueñándose de estos puertos, como también del de Bari, podrían conseguir otra serie de puntos de acceso que facilitarían la concentración de sus fuerzas. Se abrirían así dos vías de comunicación: una por Salerno y Nápoles para el Ejército 5 americano y la otra, situada en la opuesta vertiente de la península italiana, para el Ejército 8 británico, que ya no se vería obstaculizado por la limitada capacidad de desembarco de los puertos menores de Calabria ni por los largos transportes por carretera. Eisenhower decidió trasladar las tropas a Tarento, en buques de guerra, apenas capitularan los italianos. Y el nombre clave Slapstick (farsa) -como observó más tarde el general Alexander- correspondía perfectamente al carácter improvisado de este plan.

De este modo el proyecto de la invasión de Italia meridional estuvo dividido en tres partes: la Operación «Baytown», efectuada en la punta de la bota y a principios de septiembre, y las Operaciones «Avalanche», en Salerno, y «Slapstick», en Tarento, proyectadas ambas para el día 9 de septiembre.¿Combatirían los alemanes para rechazar los desembarcos o se retirarían hacia el Norte? Sin duda los alemanes sospechaban respecto a las intenciones de Italia, y esta incertidumbre ante la futura conducta de su aliado complicaba sus preparativos para la defensa del área del Mediterráneo. Si Italia cedía, Hitler se vería obligado a llenar un vacío en los Balcanes y en Francia meridional, donde las fuerzas italianas ocupaban las regiones costeras, y además a tener que atender a la defensa de toda la península italiana, retirarse hasta los Alpes o mantenerse duramente a lo largo de una línea geográfica idónea para conservar la posesión de los ricos recursos, agrícolas e industriales, del Norte. Su primera idea fue ocupar y defender todo el país y, ya en mayo de 1943, dio instrucciones al Feldmariscal Rommel -que acababa de regresar del Norte de África- para organizar, en Munich, un mando de Grupo de Ejércitos destinado a esta misión. Mas, cuando las operaciones en Rusia imposibilitaron la asignación de fuerzas adecuadas a Rommel, Hitler decidió defender, solamente, una parte de Italia, constituyendo una línea fortificada en los Apeninos septentrionales. Mientras Hitler y Rommel preveían la posible defención de Italia, el Feldmariscal Kesselring actuaba en estrecha colaboración con los italianos para rechazar cualquier invasión aliada. Y aún bajo la impresión de la caída de Mussolini, Kesselring aceptó de buena fe las declaraciones de Badoglio de que Italia continuaría la guerra.  inicio

Él sí lo aceptó, pero Hitler no: por ello, en agosto, decidió ocupar Italia un tanto disimuladamente, enviando al país nuevas fuerzas, en apariencia para reforzar las defensas. Si los italianos se rendían, Rommel debería avanzar por el norte de Italia, mientras Kesselring destacaría sus fuerzas en el sector meridional, encontrándose así, para decirlo con las propias palabras de Hitler, «unido desde el punto de vista operativo» con las fuerzas de Rommel; este último asumiría entonces el mando general.

En agosto, un número siempre creciente de divisiones alemanas iba entrando en la península italiana, a medida que Rommel hacía descender tropas del Norte y Kesselring retiraba las unidades que habían combatido en Sicilia. Para aligerar a Kesselring de la responsabilidad del mando táctico del Sur, los alemanes instituyeron el mando del Ejército 10, a las órdenes del general Heinrich von Vietinghoff.

Pese a la creciente tensión entre alemanes e italianos en las altas esferas militares, ni los unos ni los otros querían hacerse responsables de una abierta ruptura. Los italianos se sentían inseguros porque no lograban llegar a un acuerdo absoluto con los Aliados para la rendición; no dudaban de que las tropas alemanas en el Norte representaban una fuerza de ocupación, mas demasiado débiles para protestar, fingieron aceptarlas explicaciones germanas respecto a que las unidades de Rommel no eran más que una reserva estratégica para los Balcanes, Francia meridional e Italia.

A fines de agosto, Hitler llegó a una decisión firme. Si los Aliados desembarcaban en Italia o si los italianos se volvían contra los alemanes, Kesselring debería retirarse a la zona de Roma, resistiendo hasta que las fuerzas destacadas en el sector meridional se hubiesen retirado, sanas y salvas, y las tropas destacadas en Cerdeña y Córcega regresaran al territorio metropolitano. Después, Kesselring debería dirigirse al Norte para unirse a las fuerzas de Rommel.

Si los Aliados invadían Italia continental antes de la capitulación italiana, Vietinghoff, apoyado por los italianos, debería rechazar los desembarcos para garantizar los caminos de la retirada hacia Roma.

A principios de septiembre, los bombardeos aéreos estratégicos de los Aliados habían obligado al Eje a retirar sus aviones de los mayores aeropuertos del sur de Italia, a excepción del importante complejo de Foggia. Quedaba, sin embargo, en la punta de la bota, una fuerza considerable de tropas de tierra: casi 30.000 hombres de la 26ª. Panzerdivision y de la 29ª. División Panzergrenadier a las órdenes del mando del LXXVl Panzerkorps; y unos 45.000 hombres de las Divisiones Hermann Goering, de la 15ª. Panzergrenadier y de la 16ª. Panzerdivision a lo largo de la costa occidental, entre Gaeta y Salerno, a las órdenes del mando del XIV Panzerkorps. Ambos Cuerpos de Ejército, además de los 17.000 hombres de la División paracaidista I desplazada en las proximidades de Foggia, dependían del mando del Ejército 10. En la zona de Roma, al mando del XI Fliegerkorps, directamente controlado por Kesselring, se encontraban otros 45.000 hombres de la 2a División Panzergrenadier y de la División paracaidista 2.  inicio

Sin oposición frente a la invasión masiva
A las 4,30 horas del día 3 de septiembre, exactamente a los cuatro años cumplidos del día en que Gran Bretaña entró en la guerra, el Ejército 8 de Montgomery, con un apoyo masivo naval, artillero y aéreo, invadía el continente europeo, mientras el Cuerpo de Ejército XIII británico, unido a la División 1 canadiense y a la División 5 británica y reforzado por brigadas acorazadas, brigadas de infantería y comandos, cruzaba el estrecho de Mesina, dirigiéndose hacia la costa de Calabria. No encontró la menor oposición.

Cuando las dos divisiones alemanas que se hallaban en la punta empezaron a retirarse, resultó evidente, para los Aliados, que los obstáculos naturales del terreno, unidos a las demoliciones realizadas por los alemanes, constituirían las principales dificultades de su avance. Los caminos eran escasos y pésimos, las unidades carecían de medios de transporte y a medida que las tropas se adentraban en el interior se hacía más difícil su avance. 

El movimiento anfibio se inició también el 3 de septiembre. Las tropas del Cuerpo de Ejército X británico partieron de Trípoli y de Bizerta en una serie de convoyes de distinta velocidad y composición, algunos de los cuales se detuvieron en Sicilia. El Cuerpo de Ejército VI estadounidense zarpó de Orán en un único convoy. Alrededor del 6 de septiembre, prácticamente todos los convoyes se habían hecho a la mar y una incursión aérea del Eje, efectuada aproximadamente por 180 aviones, sobre Bizerta, no tuvo efecto alguno sobre las operaciones.

Todos los buques, avanzando a través de estrechos corredores abiertos en los campos minados, debían pasar al oeste de Sicilia, dirigirse al Norte el día 8 y después aproximarse a Salerno, al ponerse el sol. Dichos buques comprendían la Task Force occidental, al mando del vicealmirante H. Kent Hewitt, de la Marina americana. De él dependía la fuerza de ataque septentrional (contraalmirante Oliver, de la Marina inglesa), que transportaba el Cuerpo de Ejército X británico; la fuerza de ataque meridional (contraalmirante John Hall, junior, de la Marina americana), que transportaba el Cuerpo de Ejército VI americano; una fuerza de apoyo aéreo de la Marina (contraalmirante sir Philipp Vian), constituida por un portaaviones de escuadra y cuatro portaaviones de escolta para proporcionar cobertura a las unidades, y una fuerza de protección naval (vicealmirante sir Algernon Willis), formada por cuatro acorazados, dos portaaviones y una división de cruceros como protección contra la Escuadra italiana.

La fuerza aérea costera, compuesta de unidades británicas, francesas y americanas protegió los convoyes durante una parte del viaje. La aviación táctica, en particular el 12º. Cuerpo de apoyo aéreo de general americano Edwin House, debía proporcionar la cobertura aérea durante la segunda parte del viaje y en la zona de ataque.  inicio

Por lo menos quince aviones de la Marina estarían continuamente en vuelo durante los dos primeros días de la invasión. Mas, como los pilotos eran bastante inexpertos en el apoyo a operaciones terrestres, y como los Spiffire sólo podían operar de Sicilia hasta Salerno, efectuando vuelos de patrulla sobre esta plaza durante veinte minutos, el aeropuerto de Montecorvino era un objetivo vital para los fines de la invasión.

El desembarco y la conquista de Nápoles se confió al general Mark Clark, comandante del Ejército 5 americano, quien tuvo así su primer mando sobre un campo de batalla en la segunda Guerra Mundial. «La energía e inteligencia del general Clark me llenaron de admiración como siempre -escribía entonces un alto oficial- No se puede evitar encontrarle simpático. No tiene miedo de afrontar los más grandes peligros, lo que, al fin y al cabo, es el único modo de vencer en una guerra». De él dependían el Cuerpo de Ejército X británico, mandado por el general sir Richard McCreery (quien sustituyó al general Brian Horrocks, herido durante una incursión aérea), y el Cuerpo de Ejército VI americano, mandado por el general Ernest Dawley.

El Cuerpo de Ejército X británico, con las Divisiones 46 y 56, tres batallones de Ranger y dos unidades de comandos, debía desembarcar al norte del río Sele, apoderarse del puerto de Salerno, ocupar el aeropuerto de Montecorvino, apoderarse del nudo de carreteras y ferrocarriles de Battipaglia, asegurarse el control de Ponte Sele (22 km tierra adentro) y ocupar los pasos de montaña que conducen a Nápoles. La División Acorazada 7 británica desembarcaría al quinto o sexto día de la invasión.

El Cuerpo de Ejército VI americano, con la División 36, debería desembarcar al sur del río Sele, proteger el flanco derecho del Ejército, ocupando las alturas que dominan la llanura de Salerno, y establecer contacto con los británicos en Ponte Sele. Dos regimientos de la División 45 formarían una «reserva móvil», que se mantendría disponible a breve distancia de la costa. Cuando la División 45 hubiese superado las playas, la División Acorazada 1 y la División 34, así como más tarde la 3, deberían desembarcar en el conquistado puerto de Nápoles, que los Aliados esperaban ocupar al decimotercer día de la invasión, esto es, el 22 de septiembre.

Puesto que los medios aéreos para el transporte de las tropas no bastaban más que para una sola división, se destinó la División 1 británica aerotransportada a la Operación «Slapstick», el ataque contra Tarento por vía marítima. La División aerotransportada 82 estadounidense debía ser lanzada 65 km al norte de Salerno y a 31 km al norte de Nápoles, a lo largo del río Volturno, a fin de destruir los puentes e impedir que los alemanes enviaran refuerzos a los defensores de Salerno. Mas, cuando en el curso de las negociaciones para la rendición, los italianos expresaron su temor de que los alemanes ocupasen Roma y detuvieran a la familia real y a los miembros del Gobierno, Eisenhower consintió en enviar a la capital la citada Divisón 82, en apoyo de las fuerzas italianas que protegían la ciudad, si bien luego no se realizó esta operación.
Después de avanzar hacia el Norte, con mar tranquilo y buen tiempo, al caer la noche del día 8 de septiembre, los convoyes del «Avalanches» se dirigieron hacia el golfo de Salermo. Los dragaminas que los precedían establecieron contacto con un submarino situado  alli desde hacía una semana. A las 22 horas, los convoyes avistaron las señalizaciones luminosas que emitían los buques enviados de avanzadilla para delimitar la zona por la que tenían que pasar los buques de transporte; esta zona tenía de 12 a 20 millas al largo de las playas de Salerno.

Para proteger el flanco septentrional contra ataques por sorpresa, un grupo de 16 PT (Patrol Torpedo, torpederos de patrulla) se abrió camino en la bahía de Nápoles para efectuar un ataque diversivo. El grupo mayor entró en el golfo de Gaeta, donde efectuó una acción demostrativa cerca de la desembocadura  del Volturno y se apoderó de una estación de radar alemana, en la isla de Ventotene.

Mientras tanto, a las 18,30 horas del 8 de septiembre, Eisenhower había anunciado la rendición de Italia. Las radios de los barcos repitieron las palabras del general a través de los altavoces, dando lugar a una inmediata reacción de alegría y de entusiasmo.Pero algunos oficiales, que ahora preveían que habrían de luchar con los alemanes y no con los italianos, trataron de advertir a los soldados que existiría una resistencia mayor. La idea de un fácil desembarco debilitaba el ardor combativo de las tropas y en tales condiciones cualquier resistencia, aunque fuera débil, parecería peor por lo inesperada.
continuacion

 Ataque aleman a una columna americana
 Soldados britanicos en las calles de Salerno
Carro de comabte britanico en las calles de Salerno
 Mapa del desembarco aliado en Salerno
¿Sería preciso efectuar un bombardeo naval, preventivo, de las defensas costeras? Ya que la fuerza del ataque septentrional había sido objeto de incursiones y bombardeos por parte de aviones enemigos, aunque sin sufrir graves daños, los británicos llegaron a la conclusión de que el elemento sorpresa se había desvanecido y optaron por el bombardeo. Los americanos, que esperaban siempre triunfar por sorpresa, se decidieron por lo contrario.

Mientras las tropas se preparaban para desembarcar, se preguntaban si las playas estarían desiertas, si serían acogidos con los brazos abiertos por los italianos jubilosos o si los alemanes tratarían de rechazarles.

Sorpresa para los alemanes
Los alemanes que habían considerado la invasión de la punta de la bota de la península como lo que era, esto es, una operación secundaria, esperaban un desembarco a amplia escala en otra parte. Faltos de informaciones estratégicas seguras, examinaban todos los lugares posibles para ello: Hitler esperaba un ataque en Yugoslavia; Kesselring preveía un «combate decisivo», cercano a Roma; Vietinglioff miraba con preferencia la extensa faja costera entre Caeta y Salerno. Cuando algunos pilotos avistaron los convoyes del «Avalanche» e informaron sobre su «destino ignorado», Hitler decidió presentar un ultimátum a Italia para eliminar toda incertidumbre. Si la respuesta italiana no era satisfactoria, Hitler retiraría sus tropas del sur de Italia inmediatamente. Este ultimátum estaba a punto de ser cursado cuando, el 8 de septiembre, se anunció la rendición italiana.

Si la invasión de Salerno se hubiera realizado días más tarde, los alemanes hubieran intentado, probablemente, retirarse a la zona de Roma. En vez de hacerlo así, fueron a guarnecer las defensas costeras antes ocupadas por los italianos, y, por lo tanto, se hizo inevitable la batalla sobre las playas de Salerno.

Vietinghoff interceptó una transmisión de Londres que anunciaba la rendición de Italia y Kesselring confirmó casi en seguida el acontecimiento. «Si conservamos nuestro espíritu combativo permaneciendo absolutamente tranquilos -declaró Kesselring- confío en que continuaremos cumpliendo la misión que nos ha sido confiada por el Führer». El mando naval alemán en Italia empleaba tonos menos dramáticos: «El armisticio italiano no nos concierne. La lucha continúa».

Algunas unidades del Ejército italiano se dejaron desarmar por los alemanes, o simplemente se desintegraron, mientras muchos soldados arrojaban las armas y los uniformes y desaparecían. En Nápoles, una multitud hambrienta amenazó una posición antiaérea alemana, hasta que llegaron tropas y acallaron los tumultos. En la zona de Roma, Kesselring hubo de afrontar la hostilidad de algunas divisiones italianas; mas, al cabo de pocos días de combates, logró neutralizar la amenaza. La resistencia italiana, que el mando aliado esperaba poder emplear contra los alemanes, no llegó a concretarse.

A medianoche del 8 de septiembre, al largo de la costa de Salerno, los barcos, con las luces apagadas, estaban en posición. Los altavoces llamaban a las tripulaciones de las lanchas de desembarco a sus puestos, se echaban al mar las redes y las lanchas y los hombres pasaban a ellas. La primera oleada de lanchas de desembarco se dirigió hacia la zona de reunión, a una distancia de 5 millas de las playas, y empezó a avanzar lentamente. Detrás iban otras embarcaciones y medios anfibios (DUKW), llevando a bordo los carros de combate, cañones, armamento pesado, artillería. Piezas contracarros, y municones. A las 2 del 9 de septiembre, cuando las unidades costeras enemigas abrieron fuego contra la fuerza de ataque septentrional, los buques de guerra aliados respondieron con fuego sostenido.

En el llamado flanco izquierdo de la fuerza de invasión, tres batallones de Ranger americanos, al mando de coronel William Darby, alcanzaron la playa en Mariori a las 3,10 horas, veinte minutos anrtes de la hora H. No había allí alemanes, y algunos americanos avanzaron a lo lardo de la tortuosa carretera de la costa  en dirección a Salerno; otros marcharon hacia el Oeste, sobre Amalfi. Frente a ta sorprendente falta de oposición, los Ranger avanzaron rápidamente, tierra adentro, y se apoderaron del paso de Chiunzi. Al amanecer del día X, se hallaban sólidamente en las cimas de ambas vertientes del paso, lo que les proporcionaba un excelente punto de observación sobre la carretera n.o 18, que se extendía al Norte, hacia Nápoles.

A la hora H –las 3,30- los comandos del Ejército británico pusieron pie en tierra a la derecha de los Ranger, en Viteri sul Mare. Tampoco encontraron oposición. Pero, media hora después, cuando desembarcaron los comandos de la Marina, los británicos se hallaron de pronto frente a los alemanes, que habían penetrado en la ciudad y tenían las playas bajo el fuego de sus morteros. Esto impidió el desembarco al resto de la fuerza atacante y a las unidades de apoyo, y los comandos, a las órdenes del general de brigada Robert Laycock, se vieron en la precisión de combatir a corta distancia contra una resistencia más decidida. Ampliando su cabeza de puente, se abrieron camino en Salerno y allí se establecieron, aunque bastante débilmente.

A la derecha de los comandos y separada de ellos por un espacio de varios kilómetros, se encontraba la División 46 británica, Oak Tree, del general Hawkesworth. Una brigada desembarcó al sur de Salerno con pocas dificultades, asegurándose, hacia las 4,45, la posesión de las playas. Pero a medida que las tropas avanzaban tierra adentro encontraban una resistencia cada vez más encarnizada. Rechazando reiterados contraataques, las tropas inglesas se dirigieron al aeropuerto de Montecorvino, cercándolo parcialmente, mientras otras avanzaban hacia Salerno bajo un fuego concentrado.

En el flanco derecho del Cuerpo de Ejército X británico, la División 56 (London), al mando del general Douglas Graham, entabló combate con dos brigadas alemanas. Los hombres no habían tenido dificultades para desembarcar, pero casi en seguida encontraron, frente a ellos, los carros de combate alemanes que, afortunadamente, fueron dispersados gracias a un intenso bombardeo naval. Algunas patrullas avanzaron sobre Battipaglia, siendo rechazadas muy pronto. También fracasó un intento de apoderarse del aeropuerto de Montecorvino.

Al sur del río Sele, la División 36 estadounidense (Texas), del general Fred Walker, desembarcó dos regimientos. En contraste con el estruendo de los cañonazos y los vívidos resplandores de los cohetes luminosos de la zona Norte, estas playas aparecían totalmente oscuras y tranquilas, y las tropas avanzaban en silencio por la orilla. Mas, de pronto, los cohetes iluminaron la playa y empezó un intenso fuego por parte de los alemanes. Cuando nuevas lanchas de desembarco tocaron tierra, los hombres descendieron, chapoteando, en la oscuridad. Temerosos e inquietos, avanzaron a tientas sobre la arena mojada, algunos corriendo, otros deslizándose furtivamente hacia las dunas en busca de refugio. La oleada de asalto se desorganizó y ya no fue posible proceder con orden. Los timoneles de las lanchas intentaron virar para regresar hacia los transportes; pero, alcanzadas por el fuego, muchas de ellas ardieron junto a la costa o se fueron a la deriva.

A pesar de todo, en medio de la confusión de embarcaciones, de hombres y de armas, los soldados recobraron el valor, se impusieron una severa autodisciplina y reemprendieron su misión. La mayor parte de ellos se abrió camino hacia la vía férrea, que corría paralela a la playa, a una distancia aproximada de 2,5 km. Al amanecer habían ganado la partida, y hacia las 18 horas lograron alcanzar las posiciones designadas como objetivo para la mañana del día siguiente y sin haber vuelto a entrar en contacto con las fuerzas alemanas. inicio


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

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