Europa 1939 |
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UN OBJETIVO TIPICAMENTE BRITÁNICO A principios de la segunda Guerra Mundial, Rodas poseía dos aeródromos y un puerto excelente. También Scarpanto y Kos disponían de un aeródromo especial para cazas monomotores, y Lero contaba con una base para hidroaviones y con un puerto que podía albergar pequeñas unidades de guerra. Por lo tanto, las islas tenían gran importancia estratégica y, en 1941, cierto número de fuerzas alemanas fueron enviadas a Rodas para reforzar la guarnición italiana. La conquista del Dodecaneso era uno de los proyectos favoritos de Churchill desde que comenzó la guerra. Ya se había esbozado un plan para la ocupación de Todas en 1941; pero entonces los triunfos de Rommel en Africa aconsejaron su aplazamiento. Churchill consideraba las islas como una vía de acceso a la Europa sudoriental, y una excelente base desde la cual podrían bombardearse las vías de comunicación alemanas y los campos petrolíferos de Rumania y desde donde podrían enviarse refuerzos y ayuda a los partisanos griegos y yugoslavos. También sería fácil enviar abastecimientos a Rusia a través de los Dardanelos, evitando así los peligros de las rutas árticas y del golfo Pérsico. Asimismo, la posesión del Dodecaneso suponía grandes ventajas políticas, aparte las estratégicas, puesto que su posición geográfica, frente a Turquía influiría en la política exterior de aquella nación. Dos concepciones estratégicas distintas Por varias razones, los británicos habían conseguido siempre imponer su propio criterio en las reuniones celebradas entre los jefes aliados. Aunque estaban de acuerdo en que la estrategia aliada debería orientarse contra la Europa noroccidental, los ingleses opinaban que si el golpe de gracia había de lanzarse mediante una invasión a través del canal de la Mancha, ésta debía ir precedida por otras acciones bélicas. Los americanos querían que el desembarco se efectuara lo más pronto posible, en 1943 y, al ser aplazado, se sintieron decepcionados. Y como quiera que los ingleses también habían conseguido anteriormente que se aceptase su plan para la invasión del Norte de Africa, dejando en segundo lugar el ataque a Sicilia, sus aliados empezaron a sentir ciertos recelos. Por ello, cuando en la conferencia de Québec, celebrada en agosto de 1943, Churchill rompió nuevamente una lanza a favor de la ocupación del dodecaneso, su proposición no fue juzgada con objetividad como una clara manifestación de la estrategia periférica británica, que reflejaba, esta vez, lo que los americanos consideraban como miras expansionistas británicas en los Balcanes. La propuesta halló una fuerte oposición. Pero Churchill no estaba dispuesto a abandonar el proyecto. Pidió a Wilson que reuniera como pudiese tropas y medios navales, esperando poder alcanzar algún triunfo, aunque fuera con fuerzas mínimas y contando con el inminente armisticio con Italia: era posible que la noticia del armisticio creara cierta confusión entre las tropas alemanas en Rodas, como también era muy posible que se llegara a convencer a la guarnición italiana de que ayudara a los ingleses. No había ninguna seguridad, pero valía la pena intentarlo. De este modo, para una operación que exigía como mínimo una división, no fue posible aprestar más que una brigada. Era el máximo que Wilson podía disponer dadas las muchas operaciones a desarrollar en la amplia zona bajo su mando. No había verdaderos y adecuados medios de desembarco. Entre tanto, las negociaciones para el armisticio se desarrollaban en secreto, desde hacía algún tiempo, entre los Aliados e Italia. Se informó a Wilson de las negociaciones; pero no se le comunicó la noticia del armisticio hasta pocos días antes del anuncio oficial (8 de septiembre), por lo que tuvo que efectuar los preparativos en pocos días si quería aprovechar con ventaja la confusión de los alemanes. Mas, ante todo, debía saber la actitud que adoptarían los italianos en Rodas: ¿colaborarían hasta el punto de unir sus fuerzas con las de los británicos para arrojar de la isla a los alemanes? Se creía que los italianos tenían en Rodas unos 35.000 soldados y los alemanes unos 7000; pero incluso la ventaja de cinco contra uno es poca cosa si falta el espíritu combativo. ¿Estarían los italianos dispuestos a resistir a los alemanes hasta que llegasen las tropas británicas? Para hallar respuesta a estos dos interrogantes, Wilson se dirigió a la división de embarcaciones especiales (SBS). El comandante conde de Jellicoe, fue a Rodas una noche, se entrevistó con el gobernador de la isla, almirante Campioni, y discutió con él la alianza de ingleses e italianos para impedir que los alemanes controlasen la situación. Sin embargo, la esperanza de que el anuncio del armisticio provocase confusión en los alemanes se frustró, pues Hitler no ignoraba tal posibilidad, y había planeado las medidas que debían tomarse cuando esta eventualidad se produjera. En efecto, apenas anunciaron los Aliados la rendición de Italia, los mandos alemanes dictaron la contraseña Eje que ordenaba realizarlos planes ya previstos para afrontar la situación. En Rodas, los alemanes ocuparon los puntos clave y en algunos sectores hubo combates esporádicos entre los ex aliados.inicio |
Lanzamiento sobre Rodas La intención británica era lanzar a Jellicoe y a su grupo sobre Rodas la noche del 8 de septiembre; mas cuando el Halifax que transportaba a Jellicoe, a un intérprete y a un transmisor llegó sobre la isla, Rodas estaba envuelta en una niebla absolutamente impropia de la estación, por lo que el avión volvió atrás para intentar desde nuevo el lanzamiento la noche siguiente. Esta vez, la visibilidad era excelente, y los tres mensajeros, aunque con ciertas dificultades y tras algunos incidentes, consiguieron llegar a tierra y entrevistarse con el gobernador. Campioni no parecía demasiado satisfecho del curso de los acontecimientos. Si se oponía a la toma de poder por parte de los alemanes, como le impulsaba a hacer Jellicoe, quería, por lo menos, estar seguro de que su oposición tendrá éxito, pues no deseba en absoluto ir a parar a un campo de concentración alemán o quizá a un destino peor. ¿Qué apoyo inmediato –Preguntó- podían darle los británicos? Jellicoe tan solo podía prometerle que algunos pequeños grupos de SBS llegarían rápidamente, y que el grueso de la tropas se encontraría en rodas en el plazo de seis días. A Campioni todo esto no le pareció muy esperanzador. Por de pronto, las negociaciones entre italianos y alemanes aún no se habían interrumpido del todo y, sin duda, los italianos serían bien tratados por los alemanes si se les permitía asumir el poder de la isla. Por lo tanto, trató de ganar tiempo, prolongando estas negociaciones a fin de que los británicos pudieran acudir en su ayuda cuanto antes. Mas, poco después de la reunión, Campioni cambió de parecer. Los alemanes acababan de presentarle un ultimátum amenazando atacar a los italianos si el control de la isla no se confiaba inmediatamente al general Kleeman; se pidió, pues, a los tres emisarios británicos que abandonasen inmediatamente Rolas para evitar que se descubriera su presencia. Podrían dirigirse a Castelrosso, y esperar allí hasta que la situación se resolviera en forma favorable a los Aliados; Jellicoe no tuvo más remedio que aceptar esta solución. Poco después de desembarcar en Castelrosso, se enteró de que Campioni se había rendido formalmente al comandante alemán. Sin embargo, el mando de Oriente Medio no abandonaba todavía la esperanza de tomar Rodas. Existía una vaga probabilidad de que, en un próximo o lejano futuro, se pudieran reunir en el Mediterráneo tropas suficientes para un ataque en masa contra la isla, y, mientras tanto, había que encontrar una base desde la cual lanzar las operaciones. Y así fue como la SB S recibió la orden de tratar de apoderarse de las islas menores del Dodecaneso. Los alemanes no disponían de fuerzas en ninguna de las islas cercanas a Rodas y no podían reunir los medios navales para guarnecerlas; no obstante, en Rodas, el general Kleeman se puso en contacto radiofónico con el almirante Mascherpa, comandante italiano de la base naval de Lero, y le ofreció aceptar la rendición de las islas menores de Dodecaneso. Mascherpa se negó a negociar. Los británicos fueron bien acogidos, y así a fines de septiembre, en la mayor parte de las islas menores habían fuerzas inglesas que apoyarían a las italianas.inicio VEINTE DÍAS EN KOS Para impedir que la luftwaffe interviniera al iniciarse el movimiento británico en Kos, los aeródromos de Rodas fueron bombardeados la noche del 13 de septiembre por aviones Liberator, asignados a la fuerza aérea estratégica del Africa noroccidental. Yen efecto, cuando el destacamento del SBS llegó a Kos la Luftwaffe no dio señales de vida. En el transcurso del día, los hombres del SBS avanzaron por tierra, hacia el aeródromo, en las cercanías del pueblo de Andimajia, casi en el centro de la isla. Más tarde, una sección de transmisiones de la RAF llegó en avión; al anochecer, se le unió el 7º. Escuadrón de la Aviación sudafricana (Spitfire) y, durante la noche, los Dakota del 216 escuadrón lanzaron 120 hombres del batallón paracaidista XI. Estos esfuerzos permitieron al destacamento de las SBS zarpar hacia Samos. Los contingentes italianos en Kos ascendían a 5000 hombres, desplazados por toda la isla; pero por sugerencias inglesas, fueron agrupados en la defensa del aeródromo. Las defensas antiaéreas eran escasa y la situación tampoco mejoró mucho con la llegada de dos destacamentos de la RAF, procedentes de la Palestina, con una carga de nueve cañones antiaéreos Hispano. Los trabajos de fortificación sobre el perímetro rocoso del aeropuerto resultaron difíciles, y antes de que pudieran abrirse trincheras los alemanes iniciaron sus ataques aéreos. Las defensas aliadas en tierra eran así muy vulnerables y esto sólo podía remediarse contando con un adecuado apoyo aéreo. El grueso de las fuerzas destinadas a la defensa de la isla debía estar constituido por el I Batallón de Infantería ligera Durham. Su 3ª. compañía, al mando del capitán E. Browne, y el comandante del batallón, teniente coronel R. F. Kirby, aterrizaron al 16 de septiembre. Pero al día siguiente, los Ju-88 alemanes lanzaron una granizada de bombas que dejaron el aeropuerto durante algún tiempo inservible. Aunque, según el jefe de Estado Mayor de la Aviación británica, había en el Mediterráneo más aviones aliados que en toda la Luftwaffe, el general Eisenhower no permitió que unidades aéreas fueran destinadas, permanentemente, a apoyar las operaciones en el Egeo. Eisenhower dispuso que la campaña del Dodecaneso no debía influir en modo alguno en el desarrollo de las otras operaciones en el Mediterráneo, lo cual significaba que el mando de Oriente Medio no podría contar con un apoyo constante por parte de las fuerzas que operaban en el sector italiano, sino que debería improvisar sus propias acciones. Así, pues, el limitado apoyo aéreo prestado para la operación de Kos en seguida demostró ser por completo insuficiente. Las patrullas de Beaufighter no mejoraron gran cosa la situación, ya que al estar su base situada a más de 560 km sólo podían sobrevolar la isla por un periodo de tiempo limitado; además, este tipo de aviones no podía competir con los mucho más manejables Messerschmitt. La supremacía aérea alemana era tan total que, durante una acción dos escuadrones de aviones británicos fueron destruidos apenas aterrizaron. Hitler daba gran importancia al significado político de la posesión del Dodecaneso, que, por otra parte, suponía una excelente protección para el flanco alemán en los Balcanes. Por ello, a la amenaza aliada en el Egeo respondió retirando parte de sus aviones del sur de Francia, de Italia, de Córcega e incluso de Rusia. El día 1 de octubre, la Luftwaffe disponía en aquella zona de unos 362 aparatos, entre los que figuraban 90 Ju-88 y He-111, 50 Me-109 y 65 Ju-87.inicio Los Aliados intentaron neutralizar esta acumulación de fuerzas desencadenando ataques, entre el 20 y el 25 de septiembre, contra los aeródromos alemanes en Creta, en Rodas y en Grecia, utilizando para ello aparatos Liberator, Halifax, Wellington y Hudson. Siguió luego una pausa momentánea, pero las fuerzas alemanas eran de tal envergadura que el 26 de septiembre volvieron a reanudar unos ataques vigorosos. El centro de la defensa de la isla fue trasladado de Andimajia a la zona de la ciudad de Kos. La 1ª. Y 2ª. Compañía del Durham, así como un contingente del Regimiento de la RAF, se transfirieron a la zona de Kos-Lambia-Marmaris, dejando a la 4ª. compañía de guarnición en Andimajia. La 1ª. y 2ª. compañías acamparon a 8 km al oeste de Kos, e inmediatamente se pusieron a trabajar en la pista de despegue de Marmaris. El vicealmirante sir Algernon Willis, comandante en jefes naval de Levante, destinó varios submarinos de la flotilla y 8 destructores de la clase Hunt en apoyo de las fuerzas británicas; pero la eficacia de esta fuerza estaba limitada por dos factores: Primero: el apoyo aéreo aliado no estaba en condiciones de poder proporcionar una protección adecuada ni a las fuerzas de tierra ni a los buques. Segundo: la distancia que separaba a los buques británicos de su base suponía una gran pérdida de tiempo cuando tenían que desplazarse para abastecerse de combustible. Y precisamente los destructores de la clase Hunt tenían una autonomía muy limitada.inicio Los alemanes desembarcaron al amanecer Después de bombardeos de alta cota sobre las posiciones aliadas, los alemanes lanzaron en Andimajia una compañía de paracaidistas. La 4ª. compañía del Durham abrió fuego y muchos invasores fueron muertos mientras descendían o inmediatamente después de tomar tierra. Sin embargo, los Aliados no consiguieron impedir que otras tropas aerotransportadas llegaran a tierra. Más tarde, bombarderos Stuka, en picado, tomaron parte en el ataque y las posiciones aliadas fueron gradualmente arrolladas en el transcurso de la jornada. Al caer la noche, los defensores del aeródromo -unos noventa hombres, en total- estaban muertos, heridos o habían sido hechos prisioneros. Para la defensa de la ciudad de Kos y de la pista de aterrizaje de Lambia, el Regimiento Durham había dispuesto la 2ª. Compañía al norte y la 1ª. Compañía al sur de la carretera: principal; la 3ª. compañía se hallaba en el perímetro de la, propia ciudad, con la compañía de plana mayor de reserva. La falta de medios navales y la utilización de los transportes aéreos para las tropas habían dejado al Durham sin armamento pesado; en cambio, los alemanes habían podido desembarcar artillería ligera y autoametralladoras. Con ayuda de los bombarderos en picado Stuka los invasores atacaron frontalmente y envolvieron ambos flancos de los Aliados. Durante todo el día se desarrolló un combate encarnizado. Las fuerzas aliadas se vieron gravemente obstaculizadas por la escasez de hombres y de material; y al final los pelotones más avanzados de la 2ª. compañía, al norte de la carretera, fueron arrollados tras terribles combates cuerpo a cuerpo. A las 17 horas, con objeto de preservar a las fuerzas aliadas y mantenerlas en condiciones de combatir, se les ordenó la retirada a la periferia de la ciudad. Las pérdidas de hombres y en material habían sido graves en ambos bandos: los efectivos del Durham habían quedado reducidos a 200 hombres. Por la noche, el coronel Kenyon, comandante de la guarnición, convocó una reunión con sus comandantes de compañía; pero poco después el edificio era alcanzado por las granadas de un mortero enemigo: murió un oficial y cayó herido el coronel Kirby, comandante del Durham, A las 20 horas, Kenyon dictó la orden que ponía fin a la resistencia organizada y las tropas aliadas recibieron la orden de dividirse en pequeños grupos y dirigirse a las alturas. Si bien la SBS consiguió evacuar unos 105 hombres, alrededor de 900 soldados aliados y casi 3000 italianos fueron hechos prisioneros por los alemanes. Y las SS fusilaron a 90 oficiales italianos por haber luchado contra sus ex-aliados. Churchill afrontó esta necesidad con el presidente Roosevelt, pidiendo fuerzas de la entidad, al menos, de una división, lanchas de desembarco y buques. Esta petición fue rechazada, pero el general Eisenhower, para calmar el resentimiento británico por la resistencia americana para prestar ayuda en las operaciones del Egeo, organizó una reunión de jefes de Estado Mayor, el 9 o el 10 de octubre, en su «villa» de La Marza, en Túnez.inicio En el curso de las conversaciones se dieron a conocer las consecuencias de la orden de Hitler cursada el 1 de octubre. Los movimientos de las fuerzas alemanas en Italia indicaban claramente que Hitler pretendía combatir por la posesión de Roma. Y esto desvanecía toda esperanza, por parte del mando de Oriente Medio, de que pudiera sustraerse una división del sector italiano. La evacuación de las guarniciones de Lero y de las islas menores aparecía ahora como la mejor solución, pero Maitland Wilson opinaba que la evacuación presentaría dificultades a causa de la superioridad aérea alemana. No habría noches sin luna, únicas que podían dar a semejante operación alguna posibilidad de éxito, hasta el 26 de noviembre. Por añadidura, tres comandantes en jefe del mando de Oriente Medio sostenían que Lero se podía mantener, aunque con grandes dificultades. Así se llegó a la decisión de mantener Lero a toda costa, aun cuando no cabía esperar refuerzo alguno ni hubiera posibilidad de contrarrestar la superioridad aérea alemana. El mando de brigada, ahora rebautizado mando del Egeo, fue pronto transferido a dicha isla, ostentándote el general de brigada E. Brittorous. Lero se debía abastecer con todos los medios posibles. Los destructores se aventuraron en aguas infestadas de minas para llevar a la isla, por las noches, tropas y material; submarinos y embarcaciones griegas operaban tanto de día como de noche. Mas, a falta de un apoyo aéreo constante, era inevitable que la Marina británica sufriese pérdidas graves. Antes de la caída de Kos, dos destructores habían sido hundidos en el puerto de Lero; y en el curso de las operaciones para abastecer la isla fueron gravemente averiados tres cruceros, hundidos dos destructores y averiado un tercero. Los buques alemanes también sufrieron violentos ataques. El 6 de octubre un convoy enemigo fue interceptado al largo de Astypalia: los alemanes perdieron 400 hombres y el armamento y equipo de todo un batallón. Los italianos tenían en Lero 24 baterías navales, con un total de 100 cañones de distintos tipos y calibres; pero las anticuadas posiciones de las piezas estaban situadas completamente al descubierto. La guarnición ascendía a 5500 hombres, la mitad de ellos destinados a servicios logísticos de la base naval, junto con un batallón de infantería de 1000 hombres, dotado de un armamento anticuado. A primeros de noviembre, la fuerza aliada de la isla consistía en tres batallones británicos, a cada uno de los cuales se había confiado la responsabilidad de uno de los tres sectores operativos en que estaba dividida la isla. Al Norme se hallaba desplegado el IV Batallón Buff (Royal East Kent Regiment), con la 3ª. compañía del King's Own Regiment como reserva de la plaza fuerte; en el centro, el II Batallón de los Royal lrish Fusiliers, con la 2ª. compañía del Royal West Kent Regiment, y al Sur, se encontraba el I Batallón del King´s Own Royal Regiment, unidades, todas ellas, más o menos capaces de llevar a cabo acciones autónomas. El mando de la plaza fuerte estaba situado en el monte Meraviglia, en el sector central, y desde allí el 3er. Grupo de Artillería antiaérea ligera, con doce cañones Bofors y una batería de cañones de 25 libras, se encargaba de la protección contra los ataques aéreos. Un destacamento de la SB S y el LRDG tenían a su cargo la defensa móvil contra desembarcos aéreos. Después de la caída de Kos a primeros de octubre, la isla había sido intensamente bombardeada: el objetivo principal fueron las posiciones de la artillería italiana. A causa de los constantes bombardeos, las tropas permanecían inactivas de día y operaban de noche; y aunque las pérdidas fueron leves, el efecto sobre la moral fue bastante grave. El general de brigada Brittorous basaba la defensa en el principio de que no debía permitirse que ningún alemán pusiera pie en ella, lo cual suponía la defensa de una franja de costa muy amplia. Cada comandante de batallón recibió la orden de defender, con sus armas portátiles, todas las playas comprendidas en su sector operativo. No se disponía de medios de transporte para desplazar a las tropas y las carreteras de la isla eran tan estrechas y estaban en tan pésimas condiciones, que resultaba imposible transitar por ellas con cualquier otro vehículo que no fuese un jeep. A principios de noviembre, el general Wilson estableció algunos cambios en el mando del Egeo. Brittorous habla sido al mismo tiempo comandarte de la plaza fuerte de Lero. Ahora, como comandarte del Egeo, le sucedía el general de brigada Hall, quien estableció su puesto de mando en Samo; el teniente coronel Tilney fue nombrado comandante de la plaza fuerte. Wilson eligió para estos cargos a dos artilleros, pues preveía que la artillería italiana desempeñaría un papel importante en la defensa de la isla. El plan de defensa estático, iniciado por Brittorous y continuado por Tilney, fue objeto de severas críticas. El teniente coronel Maurice French, que mandaba el Royal Irish Fusiliers en el sector central, sostenía que seria imposible proteger una línea costera tan amplia y accidentada y que, además, sería inútil desplegar tantos hombres a lo largo de la costa, cuando existía la posibilidad de que las tropas alemanas llegasen a la isla por el aire. Los acontecimientos iban desgraciadamente a darle la razón muy pronto.inicio |
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