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INVASION A TARENTO "OPERACION AVALANCHE" 1943 Septiembre 10 a Octubre 14 1943 Un éxito... momentáneo Sin novedad en el frente Importante éxito alemán Nápoles vuelve al orden Un éxito... momentáneo No obstante, había dos motivos de inquietud: ninguno de los dos Cuerpos de Ejército había podido apoyar el flanco en el río Sele; una distancia de casi 11 km les separaba. Y los pilotos aliados informaban que unidades enemigas avanzaban desde la punta de la bota hacia Salerno; por lo tanto, era de esperar que, al día siguiente, llegarían nuevos refuerzos alemanes a la cabeza de puente. Mientras tanto, desde Salerno llegaban escasas noticias. Eisenhower se preocupaba, sobre todo, de las fuerzas alemanas que llegaban apresuradamente desde Calabria; y como se sabía que Montgoniery tardaría todavía «algunos días» en llegar en ayuda de Clark, se esperaban «combates durísimos». El éxito de la Operación «Avalanche» iba a quedar, en los próximos días, suspendido de un hilo. La Operación «Slapstick» había tenido mejor suerte. La rendición italiana, entre cuyas condiciones figuraba la entrega de la Flota, hizo posible destinar, el 7 de septiembre, cuatro cruceros al transporte (de la División 1 británica aerotransportada. Además, nuevas tropas estarían pronto disponibles para incrementar el potencial de las fuerzas en la costa oriental: la División 78 británica en Sicilia, la División 8 india en Egipto y otras divisiones en Oriente Medio y en el Norte de África. El mando del Cuerpo de Ejército V británico, del general sir Charles AIlfrey, estaba dispuesto a alcanzar con sus tropas la nueva zona hasta que Montgomery pudiera desplazarse desde Calabria a la costa oriental.
Tarento estaba en unas condiciones excelentes. Mientras algunas unidades organizaban las instalaciones portuarias, otras avanzaron al encuentro de las fuerzas alemanas y, dos días más tarde, ocupaban Brindis sin encontrar resistencia. La primera división alemana de paracaidistas, dispersa sobre una amplia zona expuesta a la invasión aliada, se retiró hacia Foggia, manteniendo esporádicos combates con los británicos e intentando retrasar su avance. En Salerno, Vietinghoff se dio cuenta, el 9 de septiembre, de que las proporciones de la invasión eran de tal envergadura que no era probable poder desencadenar otro ataque a amplia escala. Mas, al no poder comunicar con Kesselring, había tenido que decidir por sí mismo entre rechazar la invasión o retirarse hacia Roma. Optó por la primera alternativa, y, en consecuencia, dio orden al XIV Panzerkorps de efectuar una rápida concentración de todas las fuerzas en Salerno. A mediodía llegaba la aprobación de Kesselring. El comandante del XIV Panzerkorps se hallaba de permiso y el segundo comandante no estaba en contacto telefónico ni con Vietinghoff ni con Kesselring, teniendo tan sólo contactos esporádicos, por radio, con uno u otro. Por ello, a falta de informaciones seguras, titubeaba, pese a las órdenes dadas por Vietinghoff en lanzar sus tropas sobre Salerno. Así fue como la 16ª. Panzerdivísion afrontó sola la invasión aliada, con sus filas incompletas, unos 100 carros de combate y 36 cañones autopropulsados. Tenía poca experiencia de combate, andaba escasa de combustible y debía defender, sin contar con fortificaciones defensivas, un frente de más de 32 km. Obstaculizadas no sólo por los numerosos canales de riego y drenaje, setos y muros, sino también por el fuego de la artillería aliada y sus carros de combate, lanzacohetes, barcos de guerra y aviones, las tropas se lanzaron a pequeños contraataques fragmentarios, encabezados por grupos de infantería-carros. Al final del día X, a la división no le quedaban más que 35 carros de combate operativos. En espera de que la 29ª. División Panzergrenadier llegase a las proximidades de Salerno, en el curso de la noche, Vietinghoff dio orden a la 16ª Panzerdivision de retirarse del sector del Cuerpo de Ejército VI americano y concentrar sus esfuerzos contra el Cuerpo de Ejército X británico. La presión aumentó durante el día 10, cuando Kesselring desplazó una división de Roma al golfo de Gaeta, permitiendo a Vietinghoff mover parte de otras dos divisiones contra el citado Cuerpo de Ejército británico. Aunque las unidades de la División 46 británica y de comandos lograron rastrillar la ciudad de Salerno y avanzar más de 3 km hasta el paso de Vietri, estos resultados únicamente se obtuvieron con gran dificultad. La División 56 británica, ante la creciente resistencia, no logró alcanzarlas alturas en torno a Battipaglia, indispensables para dominar el aeropuerto de Montecorvino. El Cuerpo de Ejército VI estadounidense no estuvo casi nunca en contacto con los alemanes; sus tropas sólo ocuparon la faja de alturas comprendida en su sector, permitiendo con ello que desembarcara la reserva móvil. La causa de esta falta de presión obedecía a que, en contra de lo previsto, la 29ª. División Panzergrenadier no llegó a su debido tiempo. Un oficial de marina, presa del pánico, había destruido una cisterna costera y un depósito de combustible en el extremo del golfo de Policastro y entonces la división quedó bloqueada, como es natural, por falta de carburante. Fue necesario tomar medidas de emergencia, entre ellas hacer llegar el combustible por vía aérea a fin de que la división se pusiera en movimiento, pues se necesitaban varios días antes de que el grueso de las fuerzas alcanzase la cabeza de puente. Para contrarrestar la creciente fuerza alemana de la zona del Cuerpo de Ejército X británico, Clark desvió el sector operativo de su Cuerpo de Ejército a la izquierda, situó la División 45 americana, del general Troy Middleton, al norte del río Sele y envió un batallón americano de infantería a reforzar los Ranger, que se mantenían aún en el paso del monte Chiunzi. Los combates en el sector del Cuerpo de Ejército X británico se intensificaron en torno a Battipaglia. El 11 de septiembre, con el apoyo de un eficaz bombardeo naval, las fuerzas británicas consiguieron apoderarse, finalmente, del aérodromo de Montecorvino; mas, la infantería alemana, instalada en las alturas circundantes, y su artillería, que tenía la pista bajo su alcance, impidieron el uso del mismo. Aquel día, el Ejército 10 alemán capturó 1500 prisioneros, ingleses en su mayor parte. Un ataque de la División 45 americana, que trataba de aligerar la presión alemana, fue contenido casi inmediatamente.
Ante ello, Hewitt pidió ayuda a Cunningham, quien envió rápidamente, desde Malta, los cruceros Aurora y Penélope. Para alejar de las aguas del golfo el objetivo más visible (su buque insignia Ancon) Hewitt le hizo alejarse y seguir una ruta al largo de la costa durante la noche, pero volviendo al despuntar el día 12 para reanudar su control de las acciones de los aparatos de caza y ocupar de nuevo su puesto en la cadena de mando. Una parte de la 29ª. División Panzergrenadier, lo bastante importante como para ejercer una sensible presión sobre el Cuerpo de Ejército VI estadounidense, había llegado a Salerno. Su ataque rechazó a la División 36 americana de Altavilla Silentina, conquistada el día anterior. Por su parte la 16ª. Panzerdivision, ahora reforzada, impidió a la División 45 americana amenazar Eboli, y asimismo los alemanes rechazaron de Battipaglia contingentes de la División 56 británica.
Aquella noche, Hewitt se trasladó a un buque más pequeño y envió el Ancon a Argel. También dejó libre la escuadra de portaaviones del almirante Vian, a pesar de que el aeródromo de Montecorvino se hallaba todavía bajo el fuego enemigo y no podía ser utilizado por los aparatos aliados. Algunos pilotos del Seafre, de Vian, aterrizaron en una pista construida cerca de Paestum, siendo los primeros cazas de la cabeza de puente que tuvieron una base en tierra. Vietinghoff ataca Poco después del mediodía, los alemanes atacaron en Vietri, Battipaglia, Eboli y Altavilla Silentina y pronto se hallaron en persecución del enemigo. Infligieron una rotunda derrota a los americanos, que trataban de reconquistar Altavilla; destruyeron un batallón norteamericano en el corredor que se había formado a caballo del curso del Sele y así casi lograron separar el grueso del Cuerpo de Ejército X británico del Ranger, alcanzando, por un momento, la carretera de la costa, junto a Vietri, y amenazando recobrar Salerno, cuyo puerto, dos días antes, debía ser cerrado. Las bombas planeantes averiaron el crucero británico Uganda y el crucero norteamericano Filadelfia, alcanzando también dos buques hospitales e incendiando uno de ellos.
Aquella noche, los oficiales de Estado Mayor del Ejército 5 americano hicieron planes para evacuar la cabeza de puente en el caso de que fuera necesaria tan drástica determinación y elaboraron dos planes denominados, convencionalmente, «Sealion» y «Seatrain», uno para cada uno de los dos Cuerpos de Ejército. En el caso de que sólo un Cuerpo de Ejército debiera retirarse para reforzar el otro, como se afirmó más tarde, Clark encargó a su jefe de Estado Mayor que informara a Hewitt de la posibilidad de abandonar la cabeza de puente. Después de expresar sus objeciones a una retirada, basadas en el motivo de no ser técnicamente posible hacer llegar hasta la playa una lancha de desembarco vacía y aléjarse después una vez cargada, Hewitt se dispuso a cumplirla orden en el caso de que Clark la hubiese impartido. Llamó a su buque insignia, que se dirigía a Argel, mas, entrando en lo posible que se hiciera necesario embarcar al Estado Mayor antes del regreso del Ancon, Hewitt preguntó a Oliver si su propio buque insignia, el Hilary, podría tomar a bordo parte del mando del Ejército. Extrañado de tal pregunta, Oliver protestó. «Embarcar tropas seriamente empeñadas en una cabeza de puente sin profundidad –dijo- era, sencillamente, imposible prescindiendo de ninguna otra consideración». Creía que sería «un suicidio» permitir que la artillería enemiga «barriese las playas». Preguntaba, además, si se había consultado a McCreery. McCreery, por su parte, estaba furioso. Poniéndose personalmente al habla con Clark, se enteró de que este último no había dado la orden de evacuación, solamente trataba de estar dispuesto a afrontar cualquier eventualidad, incluso la peor. Entre tanto, Clark, después de conferenciar con los jefes americanos de alto grado, decidió reducir el frente en el sector del Cuerpo de Ejército VI estadounidense, replegándose a una línea donde fuese posible establecerse para intentar una defensa desesperada. Aquella noche los americanos se replegaron cerca de 3 km sobre una nueva línea de defensa fortificada con alambradas y fajas de minas, que debía ser mantenida a toda costa. Como dijo Walker, la División 36 americana «daría la batalla decisiva en esta posición». Seguro ya de la victoria, Vietinghoff envió un telegrama a Kesselring: «Después de una batalla defensiva que ha durado cuatro días, la resistencia enemiga se está viniendo abajo. El Ejército 10 resiste sobre un amplio frente». La nota del diario de guerra decía simplemente: «La batalla de Salerno parece terminada». La crisis había puesto en movimiento a los Aliados para restablecer el equilibrio. Cunningham ordenó a los acorazados Valiant y Warspite que acudieran desde Malta. Hewitt informó que también enviaría los acorazados Nelson y Rodney si era necesario. Asimismo ordenó a tres cruceros que se dirigieran, a toda velocidad, hacia Trípoli para tomar a bordo tropas británicas de refuerzo y llevarlas en seguida a la cabeza de puente. Eisenhower ordenó a Tedder que desviara temporalmente las fuerzas aéreas de sus misiones de bombardeo de carreteras, depósitos y puente en la retaguardia del enemigo, y que, en su lugar, empezara el día 14 a atacar objetivos más próximos al punto de desembarco. Alexander dispuso buques y medios de desembarco que debía transportarlos abastecimientos a Salerno y los envió a Sicilia para llevar la División 3 americana hasta la línea de combate. ¿Lograría Montgomery hacerla llegar a tierra a tiempo? Ya desde el segundo día de la invasión de Salerno, el 10 de septiembre, Alexander comunicó por radio a Montgomery que era esencial que mantuviese empeñados a los alemanes, impidiéndoles alcanzar Salerno; para lograrlo, decía explícitamente Alexander, Montgomery debía mantener sólidamente el contacto con el enemigo, ejerciendo una fuerte presión. Para reforzar la urgencia, envió a su jefe de Estado Mayor al puesto de mando de Montgomery. El mensaje de Alexander y su jefe de Estado Mayor llegaron en las primeras horas del día 11. Aun cuando Montgomery era del parecer de que su Ejército estaba ya «logísticamente muy alargado, pensaba que incluso exponiéndose a lo que consideraba «notables riesgos lógicos», hubiera podido hacer avanzar a las tropas cerca de 120 km en cuatro días. Un movimiento de tal importancia llevaría sus vanguardias a 120 km de Salerno. Pero el 13 de septiembre, día en que se produjo la crisis en la cabeza de desembarco, Montgomery se encontraba todavía a más de 160 km de distancia, demasiado lejos para servir de ayuda. La única esperanza de una rápida intervención se cifraba en la División aerotransportada 82 americana, que se hallaba disponible en Sicilia. La mañana del 13 de septiembre, Clark envió una carta al jefe de la División, general de división Matthew Ridgway. Al informarle de que los combates estaban tomando mal cariz, Clark escribía: «Quiero que toméis esta carta como una orden. Me doy perfecta cuenta del tiempo normalmente necesario para la preparación de un lanzamiento pero... quiero que lo efectuéis dentro de nuestras líneas sobre la cabeza de puente y que lo hagáis esta misma noche. Es de absoluta necesidad». Recordando el trágico accidente ocurrido en Sicilia, dos meses antes, cuando los cañones antiaéreos de la Flota de invasión y los de las fuerzas terrestres habían abatido aviones de transporte propios cargados de paracaidistas, Ridgway respondió: "Es de importancia vital que todas las fuerzas, terrestres y navales, reciban orden de abstenerse de abrir fuego esta noche. Es indispensable para el éxito un riguroso control del fuego antiaéreo". Aquella noche, dos batallones de paracaidistas subieron a bordo de los aviones y poco antes de la medianoche del día 13, unos1300 hombres tomaron tierra en la cabeza de puente próxima a Paestum, siendo rápidamente transportados en camiones a las posiciones de la línea definitiva de defensa. Sin novedad en el frente Asimismo, los ataques alemanes contra el Cuerpo de Ejército VI americano no habían conducido a nada definitivo. Al anochecer los americanos seguían dominando el frente y aseguraban haber inutilizado unos 30 carros de combate enemigos. En las playas habían cesado todas las operaciones de descarga porque los hombres pertenecientes a la organización logística se habían unido a las fuerzas combatientes, ayudándolas en la mejora de las defensas. El cañoneo naval era particularmente eficaz a lo largo de la carretera BattipagliaEboli, y los bombarderos pesados, que operaban sobre el llano de Salerno (187 B-25, 166 B-26 y 170 B-17) obligaron a los alemanes a hacer uso abundante de cortinas de humo para ocultar sus posiciones y sus movimientos. Aquella noche los americanos desencadenaron una audaz operación aerotransportada, con objeto de ayudar al Cuerpo de Ejército X británico. A su vez, el DIX Batallón de infantería paracaidista lanzó sus hombres cerca de Avellino, muy adentro de las líneas alemanas, para interceptar sus vías de comunicación e interrumpir la llegada de los refuerzos desde el Norte. Unos 600 hombres fueron lanzados alrededor de medianoche, pero quedaron muy dispersos: algunos incluso tomaron tierra a 38 km de la zona de lanzamiento. Lo accidentado del terreno y los espesos bosques y viñedos, hicieron imposible que estas tropas se concentrasen. Los ataques alemanes en la cabeza de puente eran cada vez menos eficaces. La batalla en el sector del Cuerpo de Ejército VI americano se redujo a «combates de importancia secundaria». Clark se congratuló con todas las tropas. «La cabeza de puente está ahora a salvo y estamos aquí para quedarnos.» Vietinghoff, convencido de que ya no podría destruir la cabeza de puente, pidió permiso para romper el contacto con el enemigo. «El hecho –informaba de que los ataques que habían sido cuidadosamente preparados y lanzados con espíritu combativo, en especial por parte del Cuerpo de Ejército XIV, no lograran su objetivo a causa del fuego de la artillería naval y de los bombardeos de los aviones a baja cota, además del lento pero continuo avance del Ejército 8, le obligaba a replegarse sobre buenas posiciones defensivas». Kesselring aceptó. A primeras horas de la tarde del día 17, la resistencia en el sector ocupado por el Cuerpo de Ejército VI estadounidense había disminuido de modo evidente y McCreery empezó a sentirse más optimista respecto a la División 56 británica, aun cuando todavía sintiera una lógica ansiedad por la suerte de algunos batallones exhaustos pertenecientes a la División 46. Vietinghoff elogió a sus tropas. «El triunfo ha sido nuestro -declaró- Una vez más los soldados alemanes han demostrado su superioridad sobre el enemigo». El 19 de septiembre, solamente los Ranger de Darby, el comando de Laycock y la División 46 británica, estaban aún a la defensiva. La División 56 británica eliminó a la artillería alemana que todavía tenía bajo su fuego el aeródromo de Montecorvino y la División 45 estadounidense entró en Eboli. Las carreteras de la cabeza de puente quedaron entonces embotelladas a causa de la enorme densidad de tráfico que se produjo. El general Clark tenía, en efecto, el control de la situación mucho antes de que el Ejército 8 compareciese en escena. Pero, en realidad, la lentitud de movimiento del Ejército 8 británico desilusionó a muchos jefes, que esperaban que Montgomery llegase rápidamente a Salerno para prestarles ayuda. Clark, por ejemplo, describe el avance del Ejército 8 como «un lento movimiento hacia Salerno, pese a los constantes esfuerzos de Alexander para impulsarlo a avanzar con mayor rapidez». Sin embargo, su presencia condicionó, definitivamente, los movimientos de los alemanes. Por muy lentamente que avanzara, Montgomery acabaría llegando a Salerno. Y por ser Hitler contrario al empleo de nuevas tropas para reforzar a las que combatían y puesto que las que se hallaban empeñadas en estos combates no lograban recházar al Ejército 5 estadounidense, los alemanes tuvieron que ceder. La existencia del Ejército 8 británico les proporcionó una buena excusa para hacerlo, y así los alemanes aplicaron la estrategia inicial de retirarse del sur de Italia. Por lo tanto, Montgomery ejerció, en definitiva, una influencia decisiva, aun cuando sus fuerzas no tomasen parte directa en los combates. ¿Acaso hubiera podido hacer más? Ya el día 10 de septiembre los alemanes observaban las características de su avance: «La retirada de nuestras fuerzas de Calabria continúa de acuerdo con los planes previstos. El enemigo no nos hostiga». Los alemanes no consiguieron rechazar al Ejército 5 estadounidense porque sus planes estratégicos consideraban la retirada de Italia meridional como una acción independiente del resultado de la batalla en la cabeza de puente. Deseaban rechazar la invasión, y una victoria hubiera cambiado, sin duda, sus planes estratégicos; mas su resistencia tenía la finalidad de cubrir la retirada... y los alemanes rechazaban la posibilidad de emplear ulteriores fuerzas, tomándolas, por ejemplo, de Italia septentrional. Importante éxito alemán El 20 de septiembre, las fuerzas del Ejército 8 británico ocupaban Potenza, a unos 80 km al este de Salerno, y cortaban la carretera principal entre Salerno y Bari, enlazando comas unidades americanas en Auletta, 32 km al este de Eboli. Antes, la División 1 canadiense, partiendo de Calabria, logró establecer enlace con la División aerotransportada 1 británica, reuniendo así elementos de la Operación «Slapstick» y de la Operación «Baytown». El mando del Cuerpo de Ejército V británico había desembarcado en Tarento el 18 de septiembre y se preparaba para recibir nuevos refuerzos en Bari. Ahora Montgomery estaba concentrando sus dispersas unidades en un amplio frente a fin de iniciar un ataque contra Foggia, mientras Clark se preparaba a su vez para lanzarse sobre Nápoles y ocupar el puerto. Entre las ventajas derivadas de la invasión de Italia meridional figuran la neutralización de Cerdeña y de Córcega, abandonadas por los alemanes después de la capitulación de las tropas italianas. En virtud de suposición estratégica, ambas islas constituían una adquisición de gran importancia. En efecto, contribuían a que el Mediterráneo fuera todavía más seguro para la navegación, y los aeropuertos en ellas existentes, en particular el de Córcega, permitirían que los bombarderos aliados pudieran llegar muy cerca del territorio metropolitano alemán. Cuando Kesselring dio permiso a Vietinghoff para romper el contacto, después de la batalla de Salerno, ordenó una lenta retirada hacia el Norte. Si Vietinghoff hubiese logrado ganar el tiempo necesario, Kesselring hubiera podido preparar las obras de fortificación sobre una línea defensiva, ya naturalmente protegida, que pasaba por Mignano, a unos 80 km al norte de Nápoles y a 135 al sur de Roma, para intentar una defensa más prolongada. Unos 20 km al norte de Mignano, la zona circundante a Casino ofrecía perspectivas todavía mejores para una larga batalla defensiva. Si Kesselring hubiera conseguido hacer cambiar de idea a Hitler, habría detenido a las fuerzas aliadas muy por debajo de las posiciones del Apenino septentrional. Por eso, dio a Vietinghoff la orden de reorganizar el despliegue de sus fuerzas, constituyendo un frente que atravesase toda la península, para retirarse después, lentamente, apoyándose en una serie de líneas defensivas, la primera de las cuales pasaba a lo largo del río Volturno (40 km al norte de Nápoles) y del Biferno (unos 64 km al norte de Foggia). Al retirarse, Vietinghoflf debía destruir, sistemáticamente, todas las instalaciones de utilidad militar. De acuerdo con estas órdenes, Vietinghoff desplegó el XIV Panzerkorps sobre la costa occidental y el LXXVl Panzerkorps en la oriental. A fines de septiembre, estas fuerzas habían constituido un frente que atravesaba toda la península italiana. Clark se lanzó entonces a la conquista de Nápoles; pero quería que sus fuerzas continuaran sin detenerse hasta el río Volturno, que le proporcionaría una amplia zona para proteger el puerto de ataques e incursiones del enemigo. El 20 de septiembre, el Cuerpo de Ejército VI estadounidense, a las órdenes del nuevo comandante, general John P. Lucas, avanzó desde las playas de Salerno hacia el interior, con la esperanza de envolver Nápoles y alcanzar el Volturno sobre Capua. Pero las Divisiones 3 y 45 estadounidenses se encontraron, en seguida, con un terreno accidentado, eficazmente defendido por pequeñas unidades de retaguardia que intentaban contrarrestar el avance, empleando con habilidad demoliciones y minas. Por añadidura, lluvias torrenciales hundían los puentes y transformaron los caminos en pantanos. La Regada de la División 34 estadounidense, del general Charles W. Ryder, no aportó cambios a la situación y el Cuerpo de Ejército avanzó fatigosamente hacia el río. Vietinghoff estaba a punto de ceder. Mientras sus tropas levantaban apresuradamente fortificaciones en una línea defensiva que corría a lo largo del Volturno, se retiró a regañadientes. El día 1 de octubre, las fuerzas británicas penetraron en la periferia oriental de Nápoles, y después continuaron avanzando, remontando la carretera de la costa hasta el Volturno. La División aerotransportada 82 americana entró en Nápoles para mantener el orden en la ciudad. Encontrando cada vez menor resistencia, las divisiones británicas avanzaron hacia el río Volturno, alcanzándolo el día 7. El Ejército 5 estadounidense se había apoderado ya de Nápoles, asegurándose su dominio. La campaña, que duró veintiún días, costó la pérdida de más de 12.000 hombres, entre ingleses y americanos: casi 2000 muertos, 700 heridos y 3500 desaparecidos. Nápoles vuelve al orden Con ayuda de los italianos, las tropas aliadas desembarazaron las calles obstruidas, repararon los daños del alcantarillado y del servicio de aguas, instalaron una central eléctrica y habilitaron de nuevo el puerto. En plenos trabajos, estalló una bomba de explosión retardada en la oficina de Correos, al mediodía del 7 de octubre, matando e hiriendo a 35 soldados e igual número de civiles; asimismo, una bomba o mina, al estallar el día 11, en un cuartel, mató a 18 soldados e hirió a 36. Más adelante las incursiones aéreas alemanas causarían nuevas pérdidas. Pero el día 3 de octubre, las lanchas de desembarco ya podían atracar a los muelles del puerto de Nápoles. El 4 ya descargó un barco de la clase Liberty, y también llegaron otros seis buques de pequeño tonelaje. Dos semanas después de la toma de la ciudad, se descargaban 3500 toneladas de mercancías diariamente, lo que, no obstante, no llegaba ni siquiera a la mitad de las 8000 toneladas diarias que se descargaban en él antes de la guerra. Pese a una violenta tempestad de viento y de lluvia, que duró dos días, destruyendo ochenta y cuatro lanchas de desembarco y tres buques mayores, aparte de otros estragos, las fuerzas aliadas consiguieron desembarcar, entre el 9 de septiembre y el 10 de octubre, 200.000 hombres, alrededor de 35.000 vehículos de todas clases y casi 150.000 toneladas de abastecimientos en las costas del mar Tirreno. Al otro lado de la península italiana, sobre la costa adriática, los elementos avanzados del Ejército 8 británico no habían entrado prácticamente en contacto con el enemigo mientras avanzaban sobre Foggia, que los alemanes abandonaron el 27 de septiembre. El 1 de octubre, algunas patrullas británicas alcanzaron los aeropuertos circundantes, asegurándose su posesión. Montgomery trató entonces de llegar al río Biferno, haciendo avanzar al Cuerpo de Ejército XIII británico flanqueado por dos divisiones: la División 78 británica, que avanzaba a lo largo de la carretera de la costa hacia Termoli, y la División 1 canadiense, que se dirigía, tierra adentro, en dirección a Vinchiaturo. Seguía el Cuerpo de Ejército V británico, el cual protegía el flanco interno. Mientras los canadienses luchaban no sólo con los alemanes, sino también con el accidentado terreno, la División 78 británica no halló dificultad hasta que sus patrullas alcanzaron la periferia de Termoli, donde encontraron una tenaz resistencia. A fin de desencadenar un rápido ataque anfibio para apoderarse del pequeño puerto, Montgomery envió unidades de comandos, que fueron transportadas de Sicilia a la ciudad en lanchas de desembarco. Contando con el elemento sorpresa, los comandos desembarcaron en el curso de la noche del 2 de octubre y pronto conquistaron Termoli. La noche siguiente, una brigada de la División 78 llegó por mar, para reforzarles. Montgomery reorganizó su frente el 9 de octubre, asignando al Cuerpo de Ejército V británico el sector costero, con la División 78 británica y la División 8 india, y confiando al Cuerpo de Ejército británico la responsabilidad de un sector más interior, con la División 1 canadiense y la División 5 británica. Se aguardaba, en Tarento, a la División 2 neozelandesa. Dos días después, con unidades del Ejército 8 sólidamente establecidas en Termoli y en Vinchiaturo, los aeropuertos de Foggia eran ya completamente seguros y las fuerzas aéreas aliadas se preparaban para utilizarlos como bases de los bombarderos pesados. Asimismo, con fuerzas considerables del Ejército 5 británico, desplegado sobre el Volturno, y con el grueso del Ejército 8 británico en situación de avanzar más allá del Biferno, los Aliados terminaban con éxito la invasión de Italia meridional |
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