LA GUERRA DE INFORMACION:

PRINCIPIOS DE UNA GUERRA DE TERCERA OLA


CORONEL OWEN E. JENSEN, USAF

Recientemente ha surgido un gran interés, análisis y discusión respecto a un tópico comunmente referido como la guerra de información, contraguerra de comando y control (C2), guerra del conocimiento, o guerra de la tercera ola. Como la Fuerza Aérea de los Estados Unidos ya ha establecido un Centro de Guerra de Información y parece haber adoptado el termino guerra de información ese será el termino que utilizaremos de aquí en adelante. Terminología aparte, si estas propuestas son correctas, estamos en un punto clave de la historia. Las guerras futuras no serán como las pasadas. La estrategia militar tendrá que ser estudiada otra vez no solamente para captar los cambios tecnológicos, si no también los nuevos objetivos y principios.

La prensa popular se ha unido al debate. En realidad, en algunos casos está liderando la discusión. Alvin y Heidi Toffler, autores de Future Shock, the Third Wave y de Powershift: Knowledge, Wealth, and Violence at the Edge of the 21st Century, han escrito extensamente sobre este tópico en sus últimos trabajos. Ese esfuerzo culminó con la reciente publicación de su nuevo libro War and AntiWar.1 Aunque difieren en muchos aspectos fundamentales con los pronósticos de la Fuerza Aérea, sus puntos de vista establecen el tenor del diálogo actual y ciertamente constituye una lectura obligatoria para cualquier jefe militar americano de hoy.

La actividad y discusión en todos los niveles del Pentágono en relación con la guerra de información, se han unido y centralizado en oficinas específicas, donde el interés sobre este tipo de guerra se ha intensificado en los últimos años. Como testimonio del interés en este tema, podríamos señalar que virtualmente todos los servicios han comprometido recursos para trabajar sobre la guerra de información en una o más variantes. La Fuerza Aérea ha realizado una cumbre con generales de cuatro estrellas sobre este particular, y los equipos de la inspección general lo han catalogado como de interés especial durante sus visitas a las unidades.

¿De qué están hablando toda esa gente? Para aquéllos que necesiten un breve tutelaje de los coceptos básicos de la guerra de informacion, los Toffler probablemente proporcionan la explicación más clara y precisa de cómo evolucionó esta nueva forma de guerra. Brevemente, ellos explican que la guerra evoluciona de acuerdo a la prosperidad. En otras palabras, la cultura, tecnología, comunicación, capacidades técnicas y normas roganizacionales que se desarrollan en una sociedad y definen su economía, también describe la constelación de normas que establecen el modo cómo esa sociedad hace la guerra.2 En la historia del hombre, se han desarrollado tres tipos básicos de guerra: agraria, industrial y de información.

Primero vino la era agraria, la cual, por supuesto, auspició la guerra agraria. Cuando el hombre aprendió a producir alimentos, ya no necesitó vagar y cazar. Se desarrollaron ciudades pobladas y se hizo posible la práctica de acumular los excedentes de alimentos. Fue entonces cuando comenzó la verdadera guerra-"un choque sangriento entre estados organizados."3 Las armas, llevadas y hechas a mano, eran agrarias. Los objetivos agrarios de capturar los sobrantes de riqueza y de territorio justificaban y motivaban las guerras. Las guerras seguían las temporadas agrarias, por lo que eran combatidas solamente en los intervalos entre las cosechas y las siembras. Y la tecnología cambió, pero lentamente a lo largo del tiempo. Los principios para hacer la guerra agraria fueron adoptados por un gurú muy conocido, Sun Zu. Mucho de lo que escribió excedía a su tiempo, y mucho solamente correspondía a la guerra agraria.

El clima económico agrario y militar comenzó a cambiar en el siglo XVII con la introducción de la energía del vapor. Este cambio se aceleró con la manufactura de partes intercambiables y mecanizadas. Floreció con el desarrollo urbano, la Revolución Francesa, el reclutamiento masivo, y el concepto de "nación en armas." A esta época la denominamos la era industrial, y con ella llegó la forma industrial de hacer la guerra. Aquí encontramos el armamento estandarizado, soldados profesionales de tiempo completo, producción y destrucción en masa, y objetivos que hacían eco a la lucha económica industrial Darwiniana: aniquilación, rendición incondicional, y subordinación. Una vez más, conocemos al gurú de esta era Carl von Clausewitz. Mucho de lo que escribió superaba a su tiempo, y mucho solamente pertenecía a la forma industrial de hacer la guerra.

Mientras que algunas zonas del mundo aún permanecen en un estado agrario y otras solamente han avanzado hasta el estado industrial, otras se han encaminado hacia una era completamente nueva la era de la información. Sociedades de información se conectan a través de comunicaciones entrelazadas y se contactan vía terminales y salidas. Hemos visto una rápida evolución desde el teléfono manual hasta las unidades celulares, máquinas facsímiles, las integraciones con computadoras y aun con la televisión por cable, mientras que nuestra sociedad y economía han seguido una fusión y mutación fundamental e inalterable causada por la tecnología informática. Prácticamente cada producto que utilizamos actualmente ha sido diseñado con ayuda de computadoras o tiene un cerebro incrustado. En lugar de producción en masa, encontramos la producción a requerimiento para mercados que emplean tecnología inteligente. Esos cambios económicos están reflejados en las fuerzas militares, que utilizan armas inteligentes con una letalidad bien enfocada y con una reducción consciente del daño colateral. La guerra de información se basa en comunicaciones sofisticadas, la incorporación de inteligencia, el acceso al espacio, y en circuitos de decisiones en tiempo real. Está impregnada por armamento de precisión alimentado informaticamente, sensores multiespectrales que proveen datos sobre el campo de batalla en tiempo real, y comandos y controles sobre armas combinadas estrechamente vinculados. Aunque los Toffler interpretan los orígenes de este modo de hacer la guerra, ningún gurú ha establecido sus principios por el momento. Espero que este escrito nos permita iniciar el camino.

El autor de este artículo acepta, como primera presunción, que el lector conozca lo suficiente sobre el cambio de la tercera ola como para creer que existe y así podremos incorporar variaciones concomitantes en la doctrina militar operacional. De la misma forma como la ciencia militar reflejó las culturas de las épocas agraria e industrial, este caso no puede sino espejear la realidad de la era de la información. Pero aún cuando aceptamos el hecho de que la guerra de información es real, nos damos cuenta que estamos luchando para comprenderlo particularmente en el dominio de la aplicación operativa. Recordamos las guerras del pasado y claramente observamos cuando un país de la segunda ola prevalecía sobre un enemigo de la primera. Examinamos la Operación Tormenta del Desierto y reconocemos las ventajas de las aplicaciones de la tercera ola. Pero cuando introducimos las ideas de la guerra de información a situaciónes presentes como Corea, Bosnia, y Moldavia, tenemos dificultades acerca de cómo emplear sus estrategias. Los principios básicos están ausentes.

Los ejércitos industriales saben como combatir-concentrarse en un lugar, usar la masa y la sorpresa para irrumpir, operar por líneas interiores, y así en adelante. Pero estos principios no se ajustan a la guerra de información. Por lo menos tenemos una gran dificultad al tratar de instalarlos forzadamente. Lo que necesitamos son principios equivalentes y comprensibles para orientar nuestros entendimiento sobre cómo aplicar la guerra de información a las situaciones reales. Este es el propósito de este artículo. Está dedicado a aquéllos que buscan unos pocos principios fundamentales para que los guíen en la utilización de esta forma de guerra en escenarios específicos. Contiene principios deducidos, no una total explicación de la teoría.

Los viejos conceptos de defensa y ofensa no se ajustan precisamente a la guerra de información. En cambio, parece que podríamos exponer sus principios dentro de cuatro amplias categorías, con dos de ellos en cada una. Si las cuatro categorías fueran sintetizadas, podrían instruirnos para (1) aumentar la confusión de la guerra para nuestro enemigo, (2) clarificarla en nuestro propio bando, generando un campo de batalla trasparente, (3) asegurarnos que nuestro enemigo no puede volver esos efectos sobre nosotros, y (4) combatir la guerra de información siempre con intensidad. Ahora, con estas pocas palabras como introducción, examinemos más de cerca los principios propuestos.

Categoría I: Negación
(La Confusión de la Guerra)
Idealmente, nuestro enemigo no será capaz de obtener información sobre nuestras fuerzas o intenciones, o comunicarse con sus propias unidades a cualquier nivel. Por nuestra parte, en el frente, nuestras fuerzas y movimientos serán invisibles para el adversario. En su lado, al jefe de estado le será imposible comunicarse con su ministro de defensa. A su vez, el ministro de defensa no podrá hablar con las cabezas de sus fuerzas armadas. Los comandantes de ejército estarán sin contacto con sus divisiones, las divisiones estarán aisladas de sus batallones, y así hasta la unidad del nivel más bajo. Esfumando a nuestras fuerzas y ahogando a las del enemigo, estaremos seguros de que éste carece de información. Por eso, con este amplio objetivo, detectamos dos principios-la decapitación electrónica y la negación de los sensores.
El principio de decapitación
La negación del comando y control enemigo degrada el empleo de cualquier ayuda automática o electrónica para la decisión. Eso es la "decapitación electrónica." Las bases y los sistemas de fusión de datos, el procesamiento electrónico y los sistemas de presentación en los centros de comando, de información de combate y otros semejantes se "oscurecen." Introducen en el adversario la "amnesia de combate." Los módulos donde se hacen decisiones acerca de objetivos claves en el nivel más elevado de cada escalón enemigo- v.g. sus autoridades del comando nacional, estado mayor conjunto, su comandante en jefe de teatro (Commander inChief CINC), los cuarteles generales de cada ejército de campaña, cada división, y cada batallón. La conducción superior no debe desviarse de la orientación fijada a la confusión de la guerra. Hay que ir directo al cerebro, no al cuerpo.

Cortar o negar todos los medios enemigos sobre trasferencia de la información-teléfono, frecuencias de radio (Radio Frequencies RF), televisión por cable, y otros modos de trasmisión. Seccionar el sistema nervioso. Negar, dislocar, degradar, o destruir cada trasmisión.

Detener el acceso a todos los "sistemas antiguos." Cerrar las posibilidades al enemigo respecto a las comunicaciones satelitarias de terceros (Communications Satellites COMSAT), sean que pertenezcan a un consorcio internacional o a empresas comerciales, o sea propiedad de naciones no involucradas. La compra de una fracción de la banda no necesariamente garantizaría al comprador las comunicaciones en tiempo de guerra.

Introducir deliberadamente la confusión y el temor. Asegurarse que el cuerpo no retiene ningún deseo de continuar después que haber perdido la cabeza. Dislocar la dirección y las motivaciones de las fuerzas enemigas.

El Principio de la Prioridad de los Sensores
Primero destruir a los sensores, no a la gente. Abrir el camino hacia el ejército enemigo, cegando a sus defensas.

Negar las radiaciones electrónicas. Si el oponente emite, perece. Conservar un absoluto silencio sobre el campo de batalla. Armas que se dirigen hacia los objetivos, el empastamiento de las pantallas, la supresión de las defensas aéreas letales y no letales (Suppression of Enemy Air Defense SEAD), todo debe ser utilizado. No hay excusa para permitir que el enemigo se salve al exponer su posición mediante la irradiación abierta de energía RF. Eso le proporciona mucha información, pero también es fácil de detectar y liquidar.

Destruya los sensores pasivos con excesos de energía. Queme los detectores pasivos. Utilice láseres sobre los rastreadores ópticos. Los receptores RF pueden ser volados. El enemigo puede actuar sobre una ancha banda del espectro electromagnético. Su respuesta puede llegar focalmente, dentro de la banda, mediante excesos de energía o disparando armas convencionales muy bien dirigidas.

Obligue la cooperación inmediata de los sistemas antiguos. Los satélites pertenecientes a terceros para la colección de datos del tiempo, el rastreo de la tierra, y otras tareas, no deben proveer información al enemigo. Lo mismo es válido para los sensores terrestres. Todo sensor que proporciona información a un adversario, es un sensor enemigo.

Categoría II: Intensificación de la Fuerza
(Trasparencia del Campo de Batalla)
El enemigo pierde totalmente y para siempre la sorpresa. Lo vigilamos, lo escuchamos, observamos sus lugares de ocultamiento. Conocemos sus armas, y la disposición y movimiento de sus tropas. Catalogamos sus redes de comando y control, sus fuentes de inteligencia y bases de datos, y todos sus sensores. No puede hablar sin que lo escuchemos. No se puede mover sin que lo veamos.
Principio del Conocimiento
Esté seguro de que su vigilancia y reconocimiento sean frecuentes, completos, y multiespectrales. Logre una situación de conocimiento total. No permita que esa conciencia se añeje o envejezca. No pase por alto rutas de ataque "improbables." Observe a través de las nubes, lluvia, oscuridad de la noche, y superficies penetrables. No derroche energía y sensores imprudentemente. Haga lo necesario para mantenerse adelante de cualquier ciclo enemigo de retroalimentación del conocimiento. Concédase la oportunidad de moverse siempre primero.

Asegure la operación de los sensores remotos por fuerzas aliadas. Evite dirigir la información de los sensores hacia un punto vulnerable de congestionamiento. No demore en procesar los datos a menos que no pueda evitarlo. Despáchelos directamente a todos los usuarios, así los pueden usar sin tardanza.

Haga coincidir la precisión de la información con la de las armas. Si un arma inteligente puede golpear día y noche sobre un lugar conocido, con una probabilidad de error de un-metro circular (Circular Error of Probability CEP), introdúzcale la información de ese tipo de objetivos en forma continua.

Asegure una evaluación rápida, aguda y precisa de los daños de combate. No desperdicie recursos en objetivos falsos o que ya han sido atacados. Aplique una fenomenología múltiple con una fina resolución para discriminar los blancos activos de los inoperantes. Haga esto rápidamente; la orden fragmentaria (Fragmentary Order Frag) del siguiente día ya los incluirá.

Principio de alacridad
Asegúrese que las fuerzas aliadas cuentan con un circuito de decisiones más adecuado y veloz que el enemigo. Combine los principios de decapitación, prioridad de los sensores, y conocimiento con un sentido competitivo de urgencia. Tire-maniobre-tire, y hágalo rápido y con precisión, en tanto que el enemigo atacó-vaciló-atacó y no sabe donde usted fue.

Insista en el alistamiento y asegúrese que la información requerida está disponible-al instante, en cualquier momento. Demasiado a menudo los pilotos se encuentran prestos para volar pero tienen que esperar los últimos datos de inteligencia. En tanto que un operador los necesite, la inteligencia terminada y la información sobre los objetivos tienen que estar totalmente disponibles y completos. Esto mismo es válido para el apoyo de los cisternas y los datos de otras órdenes de tareas (Air Tasking Orden ATO). Todos los datos relevantes sobre fuerzas en combate deben ser mantenidos al día y fluidos, para que lleguen cuando sea necesario.

Asegúrese que el ancho de banda posee la capacidad y flexibilidad para un pleno intercambio de información. No envíe información crítica por medios perturbables y frágiles. No despache información de alto-volumen por medios estrechos y lentos. Emplee con generosidad su ancho de banda. Obtenga todo lo que pueda. No se complique asi mismo ahogando a los que producen las decisiones con enbotellados de comunicaciones.

Categoría III: Conocer la Situación de Supervivencia y el C3
(Eludir la Réplica)
El militar más vulnerable a la estrategia de la guerra de información es aquél que procede de una sociedad informativa. Lo que la guerra de información puede hacer por nosotros, también puede ser utilizado por el enemigo en contra nuestra. Cuanto más dependemos de nuestros sensores, computadoras y comunicaciones espaciales, tenemos más facilidades para desenchufarnos. Por eso, nuestro sistema de guerra de información tiene que ser robusto. Tenemos que descubrir la supervivencia electrónica.
El Principio de Supervivencia
Centralice la política de estrategia y planeamiento, pero descentralice la fuerza de planeamiento y ejecución. Utilice muchas cabezas pensantes. No haga que la decapitación sea sencilla para el adversario. Saque ventajas de la potencia inherente a la política militar americana, que permite la iniciativa y flexibilidad local, y evita un comando y control rígidamente centralizado.

Explote la ventaja de todos los recursos nacionales y aproveche todos los aspectos de la sociedad los informativos televisivos, sistemas de computación en servicio y de comunicaciones, los COMSATs en servicio, las máquinas facsímiles, los tableros computadorizados de noticias, y las conexiones corporativas internacionales. Todos estos y otros activos deberían ser considerados como partes potenciales del esfuerzo nacional de guerra. Si podemos emplear una Flota Aérea Civil de Reserva (Civil Reserve Air Fleet), ¿porqué no una Red de Comunicaciones Corporativa Reserva?

La proliferación alimenta la supervivencia. En general, muchos módulos, muchos sistemas, muchas rutas, muchas frecuencias y muchas otras cosas configuran un grupo de objetivos mucho más complejo que sólo unas pocas cosas.

Emplee la diversión táctica. Oculte la columna vertebral de su C3. Use receptores COMSAT pequeños y móviles, y desplacelos a menudo. Entierre los cables y líneas ópticas entre puntos fijos. Haga emisiones falsas desde módulos no críticos. Emplee los Equipos Rojos que habitualmente procuran interferir o negar sus comunicaciones. Si su teatro pasa todas las comunicaciones a través de una ancha salida estacionaria, usted quedará liquidado.

Utilice rutas redundantes, conservando siempre un plan de comunicaciones de remplazo. Ese remplazo tiene que tener mayor supervivencia que el primario. No es bueno para un plan usar radios FM como remplazo de un sistema telefónico básico, cuando sepa que el oponente posee equipos y entrenamiento para perturbar la FM.

Asegúrese que su C3 cuenta con ventajas técnicas. Manténgase por delante de la amenaza. Gaste en modernizaciones. Es dinero bien invertido. No escatime sobre el C3 para comprar más municiones.

El Principio de Interoperabilidad
Mantenga la interoperabilidad y la racionalización de los sistemas en línea con los sistemas de los otros servicios y aliados. Las anécdotas sobre la incompatibilidad de los sistemas C3 abundan. ¿Quién no ha oído sobre el caso del soldado que llamó a los EE.UU. desde una cabina telefónica en Granada para trasmitir un mensaje a los buques de la Armada americana que permanecían a la vista de la costa? ¿Quién no conoce que la ATO en la Guerra del Golfo tenía que ser impresa, copiada y llevada a mano hasta la Armada porque las comunicaciones eran incompatibles? Tal incompatibilidad puede costar vidas en la próxima guerra.

Evite la estandarización del C3. La estan darización total provoca la vulnerabilidad. Eso es propio de la guerra industrial. En la guerra de información, debemos contemplar sistemas múltiples y diferentes pero interoperables, de manera que un arma de bajo calibre no pueda anularlos.

Categoría IV: Niveles (Combata su Propia Batalla)
De todas las categorías, es la más contenciosa. Pareciera que los ejércitos de alto nivel triunfan. Alejandro el Grande, Julio César, y Gengis Khan, todos lucharon en guerras agrarias contra guerras agrarias, pero sus tácticas eran más disciplinadas, organizadas, e industriales en comparación con las de sus adversarios, y por eso eran exitosos. La Francia napoleónica de la era industrial tuvo su momento de triunfo contra los ejércitos europeos agrarios, pero tuvo mayores dificultades con la Inglaterra industrial. Eso mismo se repitió entre el Norte industrial y el Sur agrario, Inglaterra y los Boers, la caballería y los indios, y los japoneses y los chinos. En Vietnam, una vez que dejamos de combatir una guerra agraria contra un enemigo agrario y comenzamos a utilizar el poder de la era industrial ataques masivos de B52 contra objetivos industriales el enemigo se acercó rápidamente a la mesa de negociaciones. En Tormenta del Desierto esperamos una lucha sangrienta con millares de bajas aliadas. El hecho de que fuera tan sencillo, retrospectivamente es considerado como un descubrimiento del poder de los ejércitos de la tercera onda sobre los de la segunda. ¿Podríamos combatir una guerra de tercera ola contra la industrial Corea del Norte, o volver a las estrategias masivas, nucleares y estúpidas de la segunda ola? La advertencia que cabe es combatir nuestra propia guerra. Nunca adecuarse al nivel más bajo de guerra del adversario.
El Principio de Jerarquía
Nunca combata a un enemigo de menor nivel con una guerra de nivel más bajo. Si un ejército de la tercera ola enfrenta a otro de primera o segunda ola, no debería luchar una guerra de primera o segunda ola. Debería combatir una guerra de tercera ola.

Hasta los señores de la guerra de Mogadicio necesitan inteligencia. Aun las fuerzas de Corea del Norte necesitan comando y control particularmente si hacemos algo para sorprenderlos y forzarlos a reaccionar. Todos los oponentes son vulnerables a la confusión; todos necesitan comunicarse. Encontrar los modos de extender esa incertidumbre y estrangular las comunicaciones, puede demandar imaginación en algunos conflictos menos convencionales, pero esa será nuestra tarea si queremos hacer el trabajo.

Nuestra sorprendente tecnología debería ser usada en cualquier situación para crear trasparencia. En los conflictos de baja intensidad, la tecnología puede semejarse más al anticrimen que a la actividad de las fuerzas armadas. Puede incluir escucha clandestina, vigilancia de calles, identificación y seguimiento. En escenarios más convencionales, nos asegurará que no seamos sorprendidos que todos los movimientos y refuerzos enemigos sean vigilados, comprendidos, y atacados.

Nuestra sociedad de información tiene ciertas vulnerabilidades inherentes. Los enemigos explotarán esas debilidades sin importar lo que decidamos sobre el combate en uno u otro nivel. Tenemos que emplear los principios de supervivencia e inter operabilidad en cualquier caso.

De fuerza a fuerza, todavía podemos ser superados en número y potencia en campos de batalla distantes alrededor del mundo por lo menos hasta que arriben los refuerzos. Nuestra única esperanza es combatir con más sagacidad, con mejor inteligencia y mayor precisión, eficacia y letalidad. Un disparo a la cabeza puede nivelar las ventajas entre David y Goliat. Debemos estar seguros de adoptar el rol de David.

El Principio de Integridad
Si usted va ir a la guerra, hágalo. Se trata de un principio que no es exclusivo de la guerra de información. Los problemas se originan cuando se combate a una velocidad media contra un adversario que lo hace a toda velocidad o cuando se combate con restricciones contra alguien que no las tiene. Mientras que la guerra industrial era tan poderosa y destructivamente indiscriminada como para invitar a limitarla, la guerra de información está mucho más cuidadosamente enfocada y es más propicia para ser empeñada sin limitaciones en su intensidad.

Tome con seriedad la guerra de información. No se deje seducir por las estrategias de la segunda ola porque le son más familiares. Las bombas comunes y las tácticas de masa pueden ser fáciles de usar, pero también demandan grandes fuerzas que pueden no estar disponibles. Contra Corea del Norte debemos planear una guerra en vasta escala, donde el enemigo puede superarnos ampliamente. Si empleamos estrategias de la segunda ola, es probable que perdamos. Por eso, debemos adoptar todos los principios adecuados a una fuerza de la tercera ola que lucha contra un ejército de la segunda. La aplicación seria de la estrategia de la tercera ola contra tal adversario, implicará determinación y creatividad.

La nube en forma de hongo representa la culminación lógica de la guerra industrial. Las consecuencias de un esfuerzo total de nuestras fuerzas armadas en la era nuclear es literalmente impensable. Como con secuencia, hemos crecido acostumbrados a combatir con un arma sobre nuestra espalda. Ir más adelante es una invitación al desastre global. Pero la guerra de información propone ataques de precisión. Se esfuerza para eliminar el daño colateral y minimizar las bajas. No apunta hacia la eliminación brutal del ejército enemigo, sino más bien a paralizar su sistema nervioso y provocarle un cambio de actitud. En la guerra de información podemos pasar de una velocidad cero a la máxima sin temor de sobrepasar las limitaciones políticas. Finalmente, nuestros planificadores militares pueden ser liberados de las constricciones políticas. Finalmente, nuestros CINCs pueden combatir sin restricción cuando las vidas americanas se encuentren en peligro.

Esos son los principios. Pero para instrumentar en plenitud las estrategias subrayadas antes, debemos comprender que los objetivos de la guerra de información son muy diferentes de los de la primera y segunda ola. Como lo mencionamos ya, la guerra industrial se proponía metas de rendición incondicional y aniquilamiento, pero el público americano habitualmente entiende que tales fines son costosamente inaceptable en vidas, materiales, daño colateral, y tiempo. Actualmente se espera que las guerras sean cortas, económicas y limpias. Por eso, nuestros objetivos tienen que ser tan determinados y tan específicos como nuestras armas. Debemos apuntar a hacer lo siguiente:

Cambiar el comportamiento. No busque una completa capitulación; procure un cambio más modesto en el comportamiento. El Presidente Bush estuvo absolutamente correcto al detener la Guerra del Golfo cuando cambió la actitud como lo deseábamos (las fuerzas iraquíes abandonaron Kuwait). En cada conflicto futuro debemos especificar cuidadosamente lo que un adversario debe hacer para inducirlo a cesar las hostilidades.

Minimizar las bajas. La reducción de las bajas y del daño colateral, tanto nuestras como del enemigo, son requerimientos absolutos de la guerra del mañana. El síndrome de la rata acorralada provocará un combate hasta el último hombre. En tanto que nuestras fuerzas pueden comprometerse a pleno con una combinación de letalidad y precisión, deben dejar una avenida por la cual últimamente pueda escapar el enemigo. Las armas inteligentes y de precisión amplían nuestra capacidad para aumentar la letalidad y limitar tanto las bajas enemigas como el daño colateral. Para orientar esa potencia con precisión se requiere una inteligencia muy detallada. En conclusión, la aplicación de una forma de guerra más avanzada contra un enemigo que combate con un modelo inferior, está dirigida a obtener el resultado más rápido, y por lo tanto, el menos costoso.

Cambio de la teoría de la disuasión a la de la inducción. La teoría de la disuasión es catastrófica si no funciona. Emplea el temor para estimular a un adversario antes que comience la guerra, y depende de la credibilidad de la amenaza. Muchos ejemplos muestran que los oponentes, con fuertes razones para ir a la guerra, malinterpretan esa credibilidad hasta el punto de que su temor desaparece. Una vez que ha comenzado la confrontación, no hay motivos para detenerla. Una vez que se cruza la línea, se combate hasta las últimas consecuencias sin alternativas, excepto la rendición incondicional.

Para emplear la inducción que es continuamente aplicada antes, durante, y después del conflicto debemos (1) dejar en claro qué ganará el enemigo con un comportamiento conforme, (2) estar decididos a usar la fuerza si un bribón quiebra los límites de desconformidad del comportamiento, y (3) estar siempre listos para cambiar a una condición de status quo pacífico, cesando las hostilidades. Dicho de otra manera, cuando sea necesario debemos ofrecer incentivos para cambiar, cambiar rápidamente a una fuerza extremadamente mortal cuando sea preciso, luego estar listos para volver a ofrecer incentivos únicamente basados en el comportamiento de nuestro adversario. Tenemos que dejarlo bien en claro. Para que esta estrategia tenga éxito, debemos mantener propósitos firmes mientras que, al mismo tiempo, la rapidez para entrar en guerra cuando sea necesario, reforzará nuestra credibilidad.

Sabemos que el cambio es la aceleración en todos los aspectos de nuestras vidas individuales y colectivas. En este mundo, mantenerse todavía más tiempo en la producción masiva de cualquier cosa es tonto. Una producción a largo plazo (u organización de una fuerza) terminará en la obsolescencia antes de que alcance su plenitud. Nuestra única alternativa es buscar un conocimiento más perfecto de los eventos a medida que se modifican, para seleccionar aquéllos que tenemos que forzar a cambiar en función de nuestro propio interés, y enfocar nuestra energía sobre estrategias específicas de cambio. El enemigo de mañana puede no ser un estadonación. Puede ser un fundamentalismo radical o un grupo étnico extremista. El aliado del futuro puede ser una corporación en lugar de una fuerza de tarea de las Naciones Unidas. Esperamos que los principios subrayados en este artículo nos permitan comenzar a pensar sobre cómo podremos tratar tales eventos. ž


Notas
1.Alvin y Heidi Toffler, War and AntiWar: Survival at the Dawn of the 21st Century (Nueva York: Little, Brown and Co., 1993)

2.Ib., 18 19.

3.Alvin y Heidi Toffler, War, Wealth, and a New Era in History, World Monitor, mayo 1991, 46 52.


Biografía
El Cnel. Owen E. Jensen (BA, University of Illinois; MA, University of Oklahoma; MA, Naval Postgraduate School) es segundo comandante de la 14ª Fuerza Aérea, Base Aérea Vandenberg, California. Sus destinos anteriores incluyen funciones claves en los esfuerzos espaciales de la USAF en el Space Command y en el cuartel general de la USAF, y en la comandancia del 73º Grupo Espacio durante su activación como la primera y única unidad de control espacial de la nación. Sirvió tres años como agregado aéreo en la embajada de los EE.UU. en Ottawa, Canadá. Ha publicado varios artículos sobre operaciones espaciales militares.