Los héroes de Budapest
Muguiro, Sanz Briz y Perlasca, representantes de España en Hungría, salvaron a más de cinco mil quinientos judíos de la persecución nazi HASTA FINALES DEL AÑO 1943, Budapest, la bella capital de Hungría, podía ser considerada como un verdadero oasis de paz y bienestar en medio de una Europa martirizada por la guerra. Había algunas restricciones, pero funcionaban las comunicaciones y el correo; los menús de los restaurantes eran casi normales; la ópera, los teatros y los cines ofrecían sus variados espectáculos... Pero todo iba a empeorar. En marzo de 1944, descontento Hitler "por el débil el esfuerzo de los húngaros en la consecución de la victoria final", ordenó la invasión del país y Horthy fue obligado a designar un Gobierno pronazi presidido por Dame Sztojay, quién accedió a la exigencia alemana de eliminar a la comunidad judía, acusándola de espionaje. Para activar la operación, el 9 de marzo se trasladó a Budapest Adolf Eichmann, Obersturmbarnfuher las SS, responsable del transporte de judíos hasta los campos de exterminio. Protestas y visados Llegado el mes de marzo, se promulgó otro decreto antisemita, descrito por Muguiro como "más cruel que la legislación alemana sobre el particular". A partir del 5 de abril, todo judío mayor de seis años fue obligado a llevar la estrella amarilla de David cosida en su ropa. Muguiro seguía informando: "La ciudad aparece llena de individuos que ostentan la insignia amarilla. Muchas casas de judíos han sido saqueadas por la Gestapo y sus habitantes, maltratados y arrestados por esa despiadada policía". El 20 de mayo, Muguiro enviaba a Madrid la carta de una personalidad cristiana, "en la que se describía el cruel tratamiento del que eran víctimas los judíos húngaros y su traslado en vagones de ganado cerrados a Polonia, probablemente para matarles". Mientras tanto, habían surgido problemas entre los dos países. El ministro húngaro en Madrid, señor Ambro, se negó a reconocer al nuevo Gobierno títere de Budapest y, por otra parte, Madrid retrasaba indefinidamente la concesión del placet al representante diplomático propuesto por Sztojay. El Ministerio húngaro de Exteriores culpaba a Muguiro de esta tensión, por informar erróneamente a sus superiores. La crisis se resolvió cuando, en junio de 1944, Muguiro abandonó Budapest y cedió "la responsabilidad de la Legación de España al Secretario de Embajada Angel Sanz Briz, quien le sustituyó como Encargado de Negocios". Cupo a Miguel Ángel Mugiro la honra de haber tramitado visados españoles para 500 niños, de entre cinco y quince años, que debían viajar a Tánger pero que, a causa del conflicto bélico, no pudieron salir de Hungría. Protegidos de la barbarie nazi por la Legación de España, salvaron sus vidas. Un diplomático valeroso Sanz Briz comunicaba a Madrid el 24 de julio: "El Nuncio Monseñor Rotta nos notificó que han sido deportados casi medio millón de judíos, de los cuáles dos tercios habían sido ya asesinados y entre esos desgraciados deportados se hallaban numerosas mujeres, ancianos y niños perfectamente incapacitados para el duro trabajo y sobre cuya suerte corren los rumores más pesimistas". Pero, además de informar, Sanz Briz había comenzado a conceder visados españoles a los judíos. El conocimiento de las matanzas de los judíos húngaros provocó una serie de peticiones aliadas a los países neutrales para que sus diplomáticos en Budapest les protegiesen. Una de aquellas solicitudes afectaba a 1.684 hebreos que, documentados por los visados concedidos por Sanz Briz, lograron abandonar, en agosto de 1944, el campo de exterminio de Bergen-Belsen y pudieron alcanzar Suiza. El diplomático español mantenía una estrecha amistad con el nuncio, Angelo Rotta, y se unió a sus quejas oficiales ante el Gobierno húngaro por el trato inhumano dado a los judíos, cuyas deportaciones se reanudaron mediado agosto. Sanz Briz, el nuncio y otros colegas neutrales enviaron otra protesta al Gobierno húngaro, exigiendo "el fin a esos inhumanos procedimientos que nunca debieron haber comenzado, porque es inadmisible que seres humanos sean brutalmente perseguidos y asesinados por el simple hecho de su origen racial". Días más tarde, Sanz Briz envió a Madrid un informe de 30 folios redactado por dos fugitivos de los campos de exterminio de Auschwitz y Birkenau, en el que con toda crudeza se describían "las monstruosas crueldades que nazis y cruzflechados están perpetrando en Hungría contra individuos de raza judía". Al final del despacho que incluía aquel trágico informe, en el que se denunciaba el asesinato masivo de judíos en cámaras de gas, Sanz Bríz apostillaba: "De las noticias que he obtenido de mis colegas en el cuerpo diplomático aquí acreditado y de otras fuentes bien informadas, afirmo que gran parte de los hechos que en él se descubren son desgraciadamente ciertos". Milagrosa multiplicación de los sefarditas El 11 de noviembre, Sanz Briz se entrevistó con el gauleiter (gobernador alemán) de Budapest, con quién "se trabajó" una "buena amistad" y consiguió que los "nuevos españoles" fueran respetados. Sin embargo, a partir de octubre, con la capital ya prácticamente cercada por el ejército soviético, las deportaciones continuaron realizándose por la única carretera libre que quedaba. En aquellas marchas de la muerte, los agotados y enfermos que no podían proseguir eran asesinados in situ. El 17 de noviembre, monseñor Rotta, Sanz Briz y los representantes de Suecia y Suiza, "frente a tales atrocidades, movidos por sentimientos humanos", entregaron al jefe del Gobierno otra dura nota de protesta, que tuvo efectos positivos. De entrada, Sanz Briz pudo rescatar a 30 judíos de una de las marchas de la muerte y el 21 de noviembre, el Ministerio del Interior decretó que los judíos protegidos por los países neutrales debían concentrarse en un gueto especial hasta que pudieran viajar a los países protectores. Sanz Briz relata cómo, "ayudado por un grupo de judíos amigos, pude alquilar varios edificios – 8 casas- en las que fuimos albergando a cuantos pudimos facilitar, por una razón u otra, documentación española. En las puertas de esos edificios pusimos unos carteles, en húngaro y alemán, que decían: “Anejo a la Legación de España. Edificio Extraterritorial'. Los demás judíos de Budapest -unos 75.000- alojados en el gueto común, serían "prestados" a Alemania como trabajadores y su suerte "se resolvería una vez concluida la guerra". Los informes de Sanz Briz y la presión aliada impulsaron al Ministerio de Asuntos Exteriores español a autorizar a su representante en Budapest que protegiera a los judíos sin restricciones legales. Esta disposición hizo que el número total de protegidos de Sanz Briz alcanzara la cifra de 2.795 que fueron alojados en aquellas casas: 1.898 con cartas de protección, 45 auténticos sefarditas con pasaportes ordinarios, 352 con pasaportes especiales y los 500 niños protegidos desde agosto de 1944. Sanz Briz se quejaba, indignado, al Ministerio de que "no se les permite salir de sus alojamientos más que entre 8 y 9 de la mañana. El resto del día permanecen hacinados en sus habitaciones". La condición que el Gobierno húngaro imponía a Sanz Briz para conceder las cartas de protección era que el presunto protegido tuviera origen sefardita, circunstancia que sólo se daba en 45 casos. Para ampliar su número, Madrid atribuyó este origen a aquellos judíos que tuvieran parientes o relaciones comerciales con España o, simplemente, si estuviesen tramitando la adquisición de la nacionalidad española. Esta ampliación del sefardismo debe ser atribuida al valor y al talento de Sanz Briz, que supo vender a las autoridades húngaras el tema del reconocimiento por parte de España del régimen nazi de Szalasi, a pesar de que sabía que Franco no iba a hacerlo. Szalasi deseaba estrechar sus relaciones con Madrid, pues era consciente de que tenía los días contados y de que el reconocimiento diplomático de los países neutrales le favorecería. Por otra parte, Szalasi, de espaldas a los alemanes, trataba de llegar a un armisticio con los aliados y creía que la mediación de España podía serle útil. Sanz Briz lo deja claro: "Ellos pedían un reconocimiento oficial desde Madrid y yo, que no estaba autorizado a darlo, trataba de ser convincente; hablar, prometer, siempre aplazar". Dado que el número de judíos protegidos, de acuerdo con los datos en posesión del Gobierno húngaro, no debía exceder de 300, la desproporción fue advertida y el ministro del Interior, Erno Vajna, decidió que fuera evacuado el excedente, pero Sanz Briz logró que el Gobierno y los nazis desistieran de este proyecto. Así, el número de protegidos siguió creciendo. Bastaba una llamada telefónica a la Legación de España para que el automóvil diplomático, con banderas españolas bien visibles y a menudo con el mismo Sanz Briz al volante, partiera hacia la dirección indicada para recoger a las personas perseguidas y transportarlas a alguna de las casas protegidas. La defensa que Sanz Briz hacía de estas casas era tan eficaz que varios de los locales de la Cruz Roja, ajenos a la administración española y donde se alojaban numerosos refugiados judíos, consiguieron su autorización para que en sus inmuebles también se colocara el cartel Edificio Anejo a la Legación de España. Si estos judíos, en principio protegidos por la Cruz Roja Internacional, se agregaran a los salvados por Sanz Briz, la lista se incrementaría en varios millares. El 10 de septiembre, se había presentado en la Legación de España el comerciante italiano Giorgio Perlasca, empleado de la SAIB (Sociedad Anónima de Importaciones Bovinas), quien tras el derrocamiento de Mussolini y la firma del armisticio de Italia con los aliados, se encontraba en Budapest en situación precaria. Dado que Perlasca había combatido en la Guerra Civil española en el bando franquista, Sanz Briz le concedió un salvoconducto y le ofreció la posibilidad de colaborar en su programa de salvamento de judíos. Fue un extraordinario colaborador. Diariamente visitaba las casas anejas a la Legación de España, y cuidaba de que estuvieran provistas de alimentos y en varias ocasiones tuvo que actuar personalmente para impedir los registros o asaltos de las bandas nazis. Incluso llegó a presentarse en la estación de ferrocarril donde, acompañado por un benefactor sueco, Wallemberg, y amparado por su documentación española, pudo rescatar de los vagones de la muerte a algunos judíos. Ante la inmediata irrupción del Ejército Rojo, Sanz Briz recibió la orden de trasladarse discretamente a Suiza, lo que hizo el 30 de noviembre. El Gobierno húngaro estuvo a punto de considerar la marcha de Sanz Briz como una ruptura de relaciones con Madrid -lo que hubiera significado el total desamparo de los protegidos-, pero Perlasca tuvo una idea genial: comunicó al Ministerio de Exteriores que Sanz Briz se había desplazado a Suiza para mejor comunicarse con Madrid y que, hasta su pronto regreso, él había sido formalmente designado "nuevo Encargado de Negocios de la Legación de España". Con la colaboración de la secretaria de Sanz Briz, del abogado húngaro de la Legación de España, de monseñor Rotta y del ministro de Suecia, se redactó un documento con el que Perlasca obtuvo del Ministerio húngaro de Exteriores las correspondientes credenciales y el reconocimiento oficial de su status diplomático. Desde el 1 de diciembre al de 1944 al 16 de enero de 1945, día en el que el ejército soviético ocupó gran parte de Budapest, Perlasca dirigió la Legación de España. Pocos sabían que era un impostor y su descubrimiento hubiera supuesto su inmediata ejecución, pero su gran preocupación era mantener la ficción de Sanz Briz: convencer a los gobernantes húngaros de que España reconocería próximamente su régimen. Cuando, por cualquier circunstancia, surgía la amenaza de evacuar las casas protegidas, Perlasca, advertía que eso retrasaría el ansiado reconocimiento. Cuenta su biógrafo, Enrico Deaglio, que llegó a firmar un acuerdo con el ministro de Exteriores, Gabor Kemeny, en el que aceptaba la explicación sobre la marcha de Sanz Briz y garantizaba el respeto a los protegidos por España. Protegidos que cada día eran más, porque Sanz Briz había dejado a disposición de Perlasca timbres, papel con membrete, pasaportes en blanco y una cierta cantidad de dinero para cubrir imprevistos. En aquellos días, en medio de una total anarquía provocada por el acercamiento de los soviéticos, los nazis y los cruzflechados activaban la caza del judío. Muy cerca de algunas de las casas protegidas, junto a los diques del Danubio, los asesinos, después de obligar a sus víctimas a desnudarse y a arrodillarse, les disparaban en la nuca y luego arrojaban sus cadáveres al río. Al borde de la muerte El 6 de enero, presionado por las SS, el ministro del Interior, ordenó el traslado de todos los judíos protegidos al gueto común. La intención de los nazis era dinamitarlo e incendiario con los internados dentro. Pero, gracias alas protestas y presiones de Perlasca y Wallemberg, el proyecto no se llevó a cabo, aunque numerosos prisioneros fueron deportados y asesinados. El 16 de enero, el 3° Ejército Ucraniano ocupó la zona donde se encontraban las casas protegidas y el heroico impostor Perlasca fue cesado por los soviéticos. La Asociación Hebrea Húngara y el nuevo Gobierno instalado en Budapest le extendieron certificados, según los cuales "el señor Giorgio Perlasca, como encargado de la supervisión y vigilancia de las 'casas protegidas', a menudo con riesgo de su vida, ha realizado esfuerzos sobrehumanos en favor de los perseguidos. Su actividad hizo posible que algunos millares de hebreos salvaran sus vidas". Perlasca fue respetado y el 29 de mayo de 1945 partió hacia Italia. Tenía 36 años de edad... Justos entre los justos Tardíamente España y el mundo reconocieron los méritos de su gesta. En 1991, el Parlamento de Israel le reconoció como Justo de la Humanidad y, en honor a su memoria, otorgó a su viuda la Medalla de Honor de Yad Vashe. Un árbol con su nombre ha sido plantado en el Monte del Recuerdo de Jerusalén. Una revista sefardita le dedicó este epitafio: "Don Ángel Sanz Briz fue un hidalgo español, un buen cristiano y un excelente hombre. Su nombre y el de España figuran con viva querencia y gratitud en nuestros anales. No en vano lleva un nombre bíblico de Ángel; salvador de nuestros hermanos y hermanas. Que en los Cielos tenga su recompensa". En la posguerra, Giorgio Perlasca residió en Padua dedicado a sus negocios. Trató de informar sobre su experiencia húngara a los dirigentes políticos de su país, pero, como él mismo decía: "el asunto a nadie interesaba". Finalmente, gradas a un grupo de judíos antiguos protegidos de España, Perlasca fue descubierto en 1987 y homenajeado como se merecía. En 1989, viajó a Budapest, donde el Parlamento, en sesión extraordinaria, le condecoró con la Gran Estrella de Hungría. Israel le declaró ciudadano de Honor y Justo entre los justos, se le otorgó la Medalla de Honor y obtuvo el derecho a plantar un árbol en la Calle de los Justos, en el Monte del Recuerdo de Jerusalén. Fue homenajeado en Washington por el Holocaust Memorial; Italia le honró como Gran Oficial Comendador y le concedió una pensión vitalicia. En mayo de 1991, en la Embajada de España en Roma, Perlasca fue "designado por su Majestad el Rey de España Comendador de la Orden de Isabel la Católica, concediéndole la Encomienda de Número, como reconocimiento por la espléndida labor que, junto al entonces Encargado de Negocios de España en Budapest, D. Ángel Sanz Briz, y más tarde por iniciativa exclusivamente suya, permitió salvar la vida de mas de 5.200 húngaros de origen judío". Falleció Perlasca, a los 83 años de edad, el 15 de agosto de 1992. En el recuerdo y la gratitud, hay que incluir a Miguel Ángel Muguiro, quien denunció el horror del Holocausto, inició la protección a los judíos perseguidos y tuvo que abandonar Budapest, en junio de 1944, precisamente por oponerse con sus criticas a la criminalidad nazi. También debe recordarse a Raul Wallemberg, hombre de negocios y diplomático sueco enviado a Budapest con la misión de salvar judíos. Rescató a millares de ellos y fue uno de los mejores colaboradores que tuvieron Sanz Briz y Perlasca. Desapareció en las luchas callejeras producidas a la entrada de los soviéticos en Budapest. Perlasca pensaba que murió víctima de los combates; otros opinan que por error fue encarcelado en la prisión moscovita de la Lubianka, de la K.G.B donde habría fallecido en 1947. También hay que recordar al abogado de la Legación Española, Zoltan Farcas, que murió víctima de las luchas callejeras en enero de 1945 y a la secretaria de Sanz Briz y de Perlasca, señora Tourneé. Retorno a Budapest La gesta del personal de la Legación Española quedó en el olvido hasta finales de los años ochenta. En 1989, Perlasca fue condecorado con la Gran Estrella de Hungría, en una ceremonia celebrada en el Parlamento magiar. En octubre de 1994, en un solemne acto celebrado en ese mismo Parlamento, Adela Quijano, viuda de Sanz Briz, recibió de manos del jefe del Estado magiar la Gran Cruz al Mérito de la República de Hungría, otorgada a la memoria de su esposo. Sendas placas conmemorativas de mármol, colocadas en el edificio n° 9 de la calle Ujpest Rapkart -una de las casas protegida, a orillas del Danubio, recuerdan para siempre esta gesta. Pagina principal |
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