Constitucion Colombiana 1886

OLIGARCAS E INDEPENDIENTES
El grupo radical, que había usufructuado el poder nacional durante casi todos los años entre 1864 y 1874, con el breve interregno de Mosquera en 1866-67, estaba dirigido por Manuel Murillo Toro, y sus personajes más conspicuos eran los hermanos Felipe y Santiago Pérez, Dámaso y Felipe Zapata, el comerciante Aquileo Parra y el General Santos Acosta.  Casi todos estaban entre los 35 y los 45 años, habían despertado a la política muy jóvenes, casi adolescentes, en  los años movidos del medio siglo, de los conflictos entre gólgotas y draconianos.

Los Patriarcas del grupo eran apenas cincuentones, como Murillo, el ideólogo y orador Ezequiel Rojas o Parra.  La mayoría provenía de las provincias orientales del país, de Boyacá,  Cundinamarca y en especial de Santander.  En estos estados la influencia de los radicales era muy amplia, y el semillero de nuevos reclutas producía continuas cosechas.  Aunque algunos tenían fortunas independientes, más bien modestas, y cuidaban alguna hacienda o un negocio comercial, la mayoría de los dirigentes radicales se había dedicado ante todo al mundo de la política y de la ideología.  Cuando no ocupaban un cargo público, un ministerio o la presidencia, la enseñanza y el periodismo eran sus actividades preferidas.  Tenían una ideología en la que creían con firmeza, y a esta fe rígida ayudaba la relativa simplicidad de su pensamiento, que mezclaba  influencias de Bastiat, Juan Bautista Say y sobre todo del utilitarismo político de Jeremías Bentrham, que se había enseñado en las escuelas de derecho del país durante caso todo el siglo.  Casi todos tenían un título profesional, preferiblemente de abogado, y creían en la instrucción como uno de los factores principales del progreso.  La economía les parecía una ciencia y la política debía estar regida por dogmas y principios ciertos.  Con una cierta ostentación de pulcritud moral y de firmeza de carácter, probaban a su modo que era posible, contra lo que creían los conservadores, ser utilitarista y honrado.  Algunos de ellos, como don Santiago Pérez, el presidente de 1874 - 1876, hacían gala de su fe y su catolicismo – su misal se hizo famoso en el mundillo político – pero la mayoría eran creyentes flexibles, sin aceptar la disciplina de la  Iglesia y muy enemigos de la intervención de ésta en la vida pública.  De esta intervención, en su opinión, no surgía sino el triunfo del fanatismo, las supersticiones y el  mantenimiento de la ignorancia de las masas, sobre las que se apoyaba el partido conservador.  A pesar del anticlericalismo, hubieran preferido no perseguir a los eclesiásticos.  Se sentían obligados a hacerlo en ocasiones, cuando la Iglesia terminaba poniendo en peligro al régimen, pero la actitud represiva de Mosquera, por ejemplo les parecía una prueba más de las arbitrariedades del general.  Lo que querían era ante todo que la Iglesia no interviniera en política, y que permitiera el desarrollo de un sistema educativo público independiente de ella, y esto era algo que la Iglesia no estaba dispuesta a aceptar.

Cuando se lanzó la candidatura de Rafael Nuñez en 1875, sus seguidores se dieron el nombre de  independientes , mientras reservaron el título de oligarcas para sus opositores.  El grupo independiente estaba amasado por harinas de muy diversas clases.  El mismo candidato era difícil de agarrar.  Costeño, no ocultaba su fastidio por Bogotá y por los cachacos.  Esto le ganó adhesiones de origen regionalista :  casi todos los liberales de la Costa, de Riohacha a Panamá, lo respaldaron en las elecciones de 1875 ; era la oportunidad de tener por primera vez un presidente  costeño.  Además, el radicalismo, con su fanatismo ideológico, no había prendido mucho en el ambiente político costeño, donde pesaban más los conflictos entre clanes familiares o entre los blancos y los políticos de las barriadas mulatas.  Fuera de los costeños, los liberales caucanos, cuyo candidato Julián Trujillo había sido frenado en 1873 con las manipulaciones radicales, también se sumaron a Núñez.

Otras características de Núñez le permitían ganar otros apoyos : había estado ausente del país durante doce años, como cónsul de Colombia en Le Havre y en Liverpool .  Supuestamente había hecho una buena fortuna y había adquirido una madurez de estadista con sus estudios de los  pensadores políticos europeos.  No había descuidado la actividad de periodista, y había remitido corresponsalías en las que adoptaba una posición moderada, abierta al realismo político, enemigo de los fanatismos y de los choques entre los principios y la realidad.  No era además, muy amigo de hablar claro :  en sus escritos pueden encontrarse elogios y críticas del federalismo, recomendaciones y contrarrecomendaciones frecuentes.  Fue el político  que hizo con más decisión regla máxima de conducta la de seguir las corrientes de la opinión.  Sin embargo, venía con un objetivo claro, y si otros aspectos de su pensamiento variaban con frecuencia, en esto mantuvo una actitud coherente :  era preciso reformar el sistema político vigente para que el país superara el desorden y la violencia, y esto requería un sistema político en el que el Estado fuera  vigoroso.  La vaguedad de sus formulaciones y la ausencia del país hacían que no tuviera muchos enemigos concretos, y su imagen de pensador, su capacidad de polimista, los poemas en los expresaba su escepticismo religioso, su habilidad como escritor que iba al grano y no se perdía en retóricas vacuas  --  sus enemigos decían que no tenía acción buena ni palabra mala – atrajeron buena parte de los jóvenes universitarios o recién graduado :  en el 76 fue candidato de la juventud.  No importa que vieran en él lo que no era :  muchos de los jóvenes liberales creían que era el verdadero portador de la tradición liberal, frente a don Santiago Pérez, cuyas idas a misa lo hacían sospechoso para los fervorosos liberales de la Universidad Nacional o El Rosario.  A esta gente se unían antiguos mosqueristas y, por supuesto, todos los políticos insatisfechos, todos los que sentían que el Olimpo Radical se había convertido en una rosca estrecha que los excluía del poder. Por último seguían a Nuñez  los que alcanzaban a entrever que quería reformar genuinamente el sistema político, los liberales como don Salvador Camacho Roldán, don Manuel Uribe  Ángel o don Miguel Samper, que creían que había que civilizar nuestras costumbres políticas, acabar con la intolerancia y el fraude y que era preciso reconocer un lugar a los conservadores y acabar con la guerra contra la Iglesia.  Como puede verse, en la primera candidatura de Nuñez los <<independientes>> lo fueron por las razones más heterogéneas y a veces contradictorias.  Más que un movimiento consistente, era una coalición de insatisfechos, y la habilidad de Nuñez para hacer que un grupo unido por motivos tan tenues lograra sobrevivir es una buena prueba de su talento político.

UNAS ELECCIONES MOVIDAS
Nuñez parecía contar, desde el comienzo, con muy buenas  probabilidades de ganar la elección :   si tenía el apoyo de los tres estados de la costa ( Magdalena, Bolívar y Panamá) y del Cauca, le bastaría un voto más para ganar la elección.  Este voto podía ser el de cualquiera de los estados conservadores ( Antioquía y Tolima) o el de Cundinamarca, donde los independiente tenían buena fuerza.  El candidato radical, Parra, parecía contar apenas con los votos de Santander y Boyacá, y quizá de Cundinamarca.  Nuñez entró en negociaciones privadas con los conservadores, y escribió una carta a don Miguel Antonio Caro y a don Carlos Martínez Silva, dos de los principales dirigentes de este partido, donde, con algo de su usual ambigüedad, declaró que no era decididamente anticatólico.  Aunque esto no tenía un sentido muy claro, Carlos Holguín juzgó que era suficiente para darle el apoyo conservador.

La  posibilidad de un presidente liberal elegido con el apoyo de los conservadores resultaba inaceptable para los radicales :  ¿ A cambio de qué estaría dándose ese apoyo ? ¿Qué pactos podían haber acordado Nuñez y el zorro de don Carlos Holguín ?  Los radicales no lo sabían, pero sospechaban lo peor.  En una carta a Martínez Silva de fines de año, Núñez había echado sus cartas : si lo apoyaban y era elegido, impulsaría el nombramiento de designado y secretario de guerra conservadores, establecería la paridad en el gabinete y los empleos principales, haría una distribución equitativa de los cargos militares, se daría autonomía a la universidad y se tramitaría una reforma constitucional que, curiosamente, acentuaba el  Federalismo :  los estados recibirían autonomía para el manejo de los asuntos religiosos y educativos, así como de todo lo relativo a elecciones y derechos de los ciudadanos podrían, sin temor a enfrentarse al gobierno central, restablecer la enseñanza religiosa obligatoria, y regularizar las relaciones con la Iglesia.  En este aspecto, Nuñez había advertido ya la necesidad de superar el enfrentamiento con la Iglesia y ofrecía que el gobierno federal, partiendo del hecho de que la religión católica era la de la casi totalidad de los Colombianos, tendría una actitud hacia el culto  que no sería de indiferencia absoluta.

A  la desconfianza de los radicales hacia Nuñez, por sus eventuales concesiones al conservatismo,  se sumaban otros motivos de suspicacia :  ¿De dónde salía Nuñez, que había estado fuera de la lucha durante doce años, con el derecho a quitar el turno presidencial a radicales que habían ganado su puesto en la paz y la guerra ?  Fuera del natural rechazo de unos caballeros puritanos y moralistas a un político conocido por sus aventuras amatorias, y  que quizás había saltado tapias con más frecuencia por motivos de faldas que por razones políticas o militares.

Las elecciones, realizadas a mediados de 1875 en los diversos estados, dieron aparentemente el triunfo a Nuñez :  Panamá y Bolívar votaron por él, y parecía evidente la mayoría de Magdalena y Cauca.  Antioquía y Tolima, para evitar que Nuñez apareciera como candidato apoyado por los conservadores, escogieron a Bartolomé Calvo.  En esta situación, faltaba escrutar el voto de Cundinamarca, y cuando el gobierno advirtió que había mayoría nuñista, comenzó una serie de maniobras que llevaron al colmo el manejo de los escrutinios.  Un miembro del jurado electoral fue apresado para llamar a su suplente radical ; cuando los demás jurados se opusieron, fueron destituidos y reemplazados por radicales, que dieron el triunfo a Parra.  Aun así, éste tenía sólo tres votos.  Se procedió entonces a  apoyar un golpe en Panamá, y el nuevo gobierno hizo otro escrutinio, de donde resultó que Panamá tuvo dos resultados, uno por Nuñez y otro por Parra.  También en Magdalena se derribó al presidente independiente Joaquín Riascos, quien murió, y se le reemplazó por un radical.  Un cambio de Presidente en Cauca permitió el ascenso de un parrista, quien trató de que se escrutara a favor de Parra.  Al no lograrse esto, se decidió impedir que se legalizará el escrutinio, de modo que Cauca no voto.  Después de múltiples irregularidades, y de que se declarara que ninguno de los dos candidatos  principales había obtenido la mayoría absoluta, el Congreso,  como lo ordenaba la Constitución, procedió a elegir presidente, después de varios incidentes que permitieron elevar la representación parrista en forma claramente ilegal.  Nuñez había perdido su primer intento de ascender a la presidencia, pero el triunfo radical había exigido tal acopia de fraudes y violencias que la legitimidad del gobierno y el m prestigio del radicalismo que vieron seriamente afectados.  Y desde entonces, la división liberal se hizo irremediable.

GUERRA CIVIL Y TRIUNFO DE LOS INDEPENDIENTES.
El presidente electo trató de realizar una política que limara las asperezas entre radicales e independientes, así como las que existían entre la Iglesia y el Estado, y  que se centraban en la existencia de escuelas normales orientadas por una misión alemana, cuyos miembros eran protestantes, y en el carácter no religioso de las escuelas primarias.  Parra acordó con el arzobispo de Bogotá un sistema por el cual las escuelas organizarían los horarios para que un sacerdote pudiera dar enseñanza religiosa a los niños cuyos padres lo solicitaran.  Sin embargo, en otras regiones del país, como Antioquía y el Cauca, la Iglesia mantuvo una actitud intransigente, y consideró ilegítimo para los católicos asistir a las escuelas estatales, aún si en ellas, como se propuso en el Cauca, enseñaba religión un sacerdote y lo pagaba el gobierno ; se llegó incluso a prohibir al presencia de los alumnos de las escuelas normales en las procesiones religiosas, para que no se mezclaran el trigo y la cizaña.  Todo esto condujo a un agudizamiento de las tensiones  entre conservadores y el gobierno, y finalmente aquellos se lanzaron a la  guerra contra el ateísmo liberal.  Muchos de ellos confiaban en que el nuñismo, resentido, se les uniría.  Pero todavía para la mayoría de los independientes los conservadores eran el enemigo común, y una alianza con  ellos violaba demasiadas tradiciones.  Aunque el mismo Nuñez, que había sido elegido presidente del estado de Bolívar, consideró, según  parece, la posibilidad, acabó decidiendo que no iba a embarcarse en un navío a punto de irse a piques :  ya los conservadores habían sufrido derrotas substanciales en los campos de batalla.  Así  resolvió el dilema que había planteado a Emiro Kastos :  Debemos unirnos a los oligarcas de miedo a los conservadores, o unirnos a estos aunque nos domine el elemento teocrático ?  Además, Nuñez veía venir, por un camino travieso, el triunfo que los radicales le habían robado :  los triunfos de la guerra convirtieron al independiente Julián Trujillo en el héroe nacional del liberalismo, lo que le hacía el obvio  e inevitable triunfador de las siguientes elecciones, en las que además desaparecerían los votos conservadores, pues la derrota de éstos condujo a la formación de gobiernos liberales en el Tolima y Antioquía.  La euforia del triunfo creó al menos momentos de unidad entre las dos alas del liberalismo, que no vacilaron en votar conjuntamente el destierro de los cuatro obispos que más habían estimulado la guerra, la suspensión de los pagos a la Iglesia correspondientes a las manos muertas y la expedición de una ley de  tuición de cultos  que colocaba a la  Iglesia bajo la vigilancia del Estado.  Sin embargo, la unión fue breve y pasajera, y pronto los  liberales se dividieron de nuevo.  Entre los temas de desacuerdo estaba el apoyo al ferrocarril del Norte, un proyecto favorito del presidente Aquileo Parra, que salía de Bogotá y llegaba al Magdalena pasando por los tres departamentos orientales ; para antioqueños,  Caucanos  y costeños esta ruta parecía demasiado cara y sin mucha prioridad, excepto política y, en particular, en una situación de crisis económica y fiscal como la que había empezado a vivir el país desde 1875,  También fue tema de frecuentes desacuerdos una innovación que se había introducido en la guerra de 1876-77 :  la de confiscar los bienes de los conservadores y matarlos.  Los propietarios de ambos partidos vieron esto con horror, y hasta el general Mosquera, que encontraba de acuerdo con el derecho de gentes  fusilar enemigos, juzgaba el colmo de la barbarie arrebatarles sus propiedades.

En todo caso, como se había previsto, la elección del general Julián Trujillo resultó inevitable, y los mismos radicales se vieron obligados a apoyarla.  En la posesión, el 8 de abril de 1878, el presidente del Senado, Rafael Nuñez, planteó la necesidad de una reorientación para sacar a la nación de las dificultades que afrontaba :  El país se promete de vos, señor – dijo Nuñez a Trujillo – una política diferente, porque hemos llegado a un punto en que estamos confrontando este preciso dilema :  regeneración administrativa fundamental o catástrofe.  Trujillo trató de abrir el camino a esta Regeneración y gobernó en un ambiente de perpetua desconfianza hacia los radicales.

La administración independiente, si quería continuar en el poder – y para nadie era un secreto que Nuñez intentaría ser elegido en 1880 – requería consolidar su fuerza en los diversos estados, la mayoría de los cuales estaban en manos de los radicales, cada día más desconfiados de Nuñez, sobre todo después de que en 1879 se  divulgó la carta a Martínez Silva mencionada antes.    La brecha entre Nuñez y los radicales se abrió más cuando el congreso, de mayoría radical, objetó e impidió su nombramiento como ministro colombiano en los Estados Unidos de América.  En todo caso, poco a poco los independientes empezaron a capturar los estados :  Boyacá y Santander vieron elegir presidentes independientes, los señores José Eusebio Otálora y Solón Wilches.  En el Magdalena, el general José María Campo Serrano, con el apoyo probable de Nuñez, presidente de Bolívar, derribó al gobernador radical ; en el Cauca, el independiente Eliseo Payán derribó a Modesto Garcés.  Así, para fines de 1879, ya los radicales parecían a punto de perder el control de casi todos los estados, con excepción de Antioquía, Tolima y Cundinamarca.  En Antioquía fracasó una revolución impulsada por los independientes de Cundinamarca, y con un buen apoyo conservador.  El gobernador, Tomás Rengifo, antes vacilantes, se pasó de lleno al radicalismo, y acabó siendo proclamado candidato presidencial  de este grupo en un acto suicida, teniendo en cuenta el amplio descrédito que logró Rengifo entre el liberalismo bienpensante.  En efecto, a éste se le atribuían varias prácticas de guerra de inusitada violencia durante la revolución conservadora que tuvo lugar en Antioquía en 1879, como el fusilamiento de un prisionero y la coacción al  Banco de Medellín para apoderarse de sus depósitos.  Como decía Martínez Silva –antes de que en 1885 Nuñez tuviera que encerrar a los accionistas del banco Hipotecario para que aprobaran un préstamo-- :  Los bancos son hoy en todo el mundo civilizado una especie de santa sanctorum...y quien con ellos se estrella, está perdido. La debilidad de los radicales llegaba a un punto inesperado. ¿ Qué podían hacer ? Rengifo, a comienzos de año había tratado de conformar una liga entre Antioquía y Tolima para tratar de impulsar una rebelión radical en el Cauca.  El gobernador de Tolima decidió que era preferible mantenerse dentro de la legalidad, y aceptar la inevitable administración Nuñez

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Rafael Nuñez
Aquileo Parra
Carlos Holguin
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Billete de un peso de los Estados Unidos de la Nueva Granada, con la firma de rafael Nuñez
Los debates del Congreso se hacían ante barras exaltadas.  Los independientes aprendieron a movilizar a los artesanos, y cada rato se presentaban incidentes de violencia.  En la Cámara se produjo un abaleo, y un artesano resultó muerto.  Los radicales pensaron que el presidente estaba tolerando las asonadas contra el Congreso, y trataron de amarrarlo.  Para ello presentaron una acusación contra é, y como se suspendió la reunión constitucional del cuerpo, los enemigos de Trujillo decidieron reunirse en secreto para proseguir las sesiones.  La maniobra no tuvo resultados y algunos de los radicales, apedreados, debieron refugiarse en el palacio presidencial, donde los recibió, con su sombrero de jipijapa puesto, el acusado.  En otras regiones el conflicto político tenía claras connotaciones sociales ; los dirigentes del grupo independiente o wilchista de Santander, amenazados por la oligarquía comercial, que había presentado una lista unida radical y conservadora para las elecciones municipales, movilizaron las masas y los artesanos, en un momento de fuerte crisis económica.  La tensión entre estos grupos y las oligarquías comerciales de Bucaramanga explotó en una asonada popular en la que se incendiaron casas comerciales y murieron o fueron heridos varios comerciantes alemanes.
Finalmente, cayó Cundinamarca ; allí el diputado Francisco  Eustaquio Alvarez (El macho), un radical que se apreciaba de honesto y se especializó en denunciar a los demás radicales, hizo un discurso, probablemente irónico, en el que desafiaba a independientes y conservadores :

Teniendo los conservadores como tienen una inmensa mayoría numérica y contando con las grandes influencias del país, no ha habido otro medio que el fraude de impedirles que recuperen por las elecciones el poder que perdieron por las batallas.  El gran error del partido liberal consistió en organizar el país después de un triunfo armado, concediendo a los conservadores derechos políticos para verse después en la necesidad de recurrir al fraude, a la violencia, al descrédito de las instituciones y al desconocimiento de la legalidad para hacérselos  nugatorios.  Y nugatorios tenía que hacérselos , puesto que no había de ser tan estulto que se dejase quitar con papelitos lo que  había ganado con la armas.  Nosotros los liberales jamás hemos pretendido gobernar en Colombia a título de mayor número, pues reconocemos nuestra minoría ; gobernamos con los títulos que nos dan la inteligencia y la fuerza, pues de ambos hemos necesitado para vencer a los conservadores.

En todo caso , en septiembre, en Cundinamarca, los independientes ganaron, en este caso con papelitos, las elecciones departamentales.  Aunque los diputados radicales trataron de organizar un golpe, fallaron por la acción conjunta de los conservadores, dirigidos por Carlos Holguín, y de los independientes orientados por Daniel Aldana, quien desde noviembre asumió el cargo mientras se posesionaba el titular.  De este modo, todos los estados, con excepción de Antioquía y Tolima, quedaron en manos independientes.  Las elecciones nacionales confirmaron esta situación, al recibir Nuñez ocho votos contra uno del general Tomás Rengifo, jefe civil y militar de Antioquía, y que había sido escogido como candidato radical.

La reacción contra Rengifo, en la misma Antioquía, lo llevó a la renuncia y a abandonar el estado ; el nuevo gobernador, Pedro Restrepo Uribe, indeciso y apocado, resultaba vacilante, lo que provocó una revuelta radical encabezada por el poeta Jorge Isaacs y el futuro general Ricardo Gaitán Obeso.  Aunque estos lograron un rápido triunfo, y pasearon a Restrepo prisionero bajo vigilancia por todo el estado ( pues, tras dar su palabra de no fugarse, había escapado), no pudieron sostenerse ante la decisión de Trujillo de enviar tropas nacionales contra ellos, pese a todo lo que dijera la Constitución.  Ante esto, Isaacs logró firmar un convenio bastante curioso con el gobernador, por el cual aceptaba la autoridad de éste y recibía una plena amnistía del gobierno.  Además, se comprometía a expedir por su parte un decreto de amnistía para todos los que le habían sido hostiles, es decir que amnistiaba al gobierno y a sus tropas.  Restrepo Uribe, además ofrecía participación en el gabinete al sector de Isaacs.


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

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