La última morada de los faraones negros

En Sudán, entre la Quinta y la Sexta cataratas del Nilo, se desarrolló el imperio más extenso del interior de África. A partir del siglo IV a.C. y durante casi  800 años, Meroe mantuvo relaciones comerciales y culturales con las principales civilizaciones antiguas. De ello son testimonio los extraordinarios monumentos que están hoy en el ojo del huracán científico

Eugenio Fantusati
Arqueólogo

APENAS HAN PASADO LAS 9,00 DE LA mañana cuando desde el jeep que acaba de abandonarla cinta de asfalto para internarse en el desierto descubrimos las primeras pirámides. A medida que avanzamos por la llanura arenosa logramos distinguir las mejor. Surgen como por encanto de un mar de arena, destacando esbeltas como velas de un navío sobre el cielo liso y turquesa. La auténtica sorpresa  nos espera al cabo del último tramo de subida, salvado a pie. Superadas las últimas dunas, se abre ante nuestros ojos el valle que los antiguos soberanos africanos eligieron como postrera morada. De las 57 pirámides que originariamente constituían la necrópolis norte o real de Meroe pueden verse todavía no menos de 40. Están dispuestas a lo largo de la cresta rocosa circundante de modo que componen el frisco de un paisaje infinito, inmerso en un silencio irreal que sólo el viento se atreve ocasionalmente a romper hacien-do oír su voz.

Por fin hemos llegado a nuestro objetivo: Me-roe. El Nilo no discurre demasiado lejos. Pocos kilómetros al norte se vierten en sus aguas las del Atbara, su mayor afluente por la derecha. En esta   región de Butana, rodeada hasta tal punto de co-rrientes de agua que los antiguos viajeros la consideraban una isla, brotó a partir del siglo IV a.C. una civilización urbana tan relevante para los equilibrios económicos y políticos del mundo antiguo como casi desconocida en nuestros días. Las pirámides de la necrópolis de los reyes de Meroe –construidas enteramente con bloques de arenisca dispuestos en hileras y, en ocasiones, adornadas con un frisco continuo en relieve a los largo de las aristas- son de varias dimensiones y están situadas en semicírculo y en dos filas. Las mayores, con una altura máxima de treinta metros, se distribuyeron a lo largo de la cima de la cresta, mientras que las menores hallaron sitio en el desnivel inferior. Estas construcciones, originariamente enlucidas y pintadas, suelen estar precedidas por un pilono -doble, en algunos casos- y se caracterizan por sus lados extremadamente empinados y estrechados hacia arriba. No contienen cámara funeraria alguna, sino que se trata de monumentos conmemorativos en honor del difunto, cuyos restos reposan bajo tierra, en un hipogeo más o menos organizado, orientado hacia el Este y excavado bajo la pirámide misma que, de este modo, asumía la función de superestructura de la tumba. Las sepulturas, aparte del ajuar de uso cotidiano -vasos pintados, objetos de cerámica y de  bronce y joyas de oro- contenían también animales inhumados y, probablemente, en las tumbas más tardías, restos de individuos, criados y mujeres, sacrificados y enterrados con el difunto principal. 

Este cementerio fue fundado cuando la más antigua y meridional de las necrópolis de Meroe, que ya funcionaba en el siglo VIII a.C.,dejó de parecerles apropiada a los reyes meroíticos. Eso ocurrió hacia el siglo IV a.C., por lo que este extraordinario campo de pirámides fue utilizado al menos seis siglos como lo demuestran algunas de sus construcciones. Particularmente la pirámide número siete, perteneciente al soberano Arkamani, que reinó en el siglo III a.C., así como la 19 y la 28, mucho más tardías y cuyos titulares fueron respectivamente los reyes Terekenidal y Tekoridemani, del siglo IIl d.C, época de plena decadencia de Meroe, poco antes de su colapso definitivo.

Amiga de Roma
Contrariamente a lo que pudiera creerse, las pirámides itálicas que desde el primer siglo de la época imperial constelaron el paisaje urbano de Roma, integrándose en él perfectamente, tienen mayor relación con las meroíticas que con las célebres pirámides egipcias. A pesar de la distancia geográfica, Roma y Meroe se conocían bien. De estos contactos, en absoluto casuales, quedan testimonios epigráficos relativos a las delegaciones diplomáticas imperiales que regularmente visitaban la ciudad africana. Una vez superadas las primeras incomprensiones que culminaron en un encontronazo violento en el 23 a.C., se establecieron entre las dos culturas relaciones extremadamente amistosas. De hecho, Meroe jugó durante siglos el papel de intermediario en el campo del comercio de especias y de productos exóticos. Éstos, cada vez más demandados por los romanos -con la consiguiente subida de precios- provocaron la reacción del propio Tiberio, que los criticó furiosamente.

El tesoro de la reina
Después de su descubrimiento casual, efectuado por el explorador escocés James Bruce, en 1722, el primer viajero occidental en realizar una descripción exacta de la necrópolis real de Meroe fue el francés Frédéric Caillaud, en 1823. Caillaud fue también el último en poder admirarla intacta, porque apenas siete años más tarde, en 1830, el médico y explorador boloñés Giuseppe Ferlini llegó a Meroe y en vez de ponerse a investigarlos lugares de inhumación, en donde lógicamente hubiera podido encontrar los ajuares funerarios –como hizo Reisner entre 1920 y 1923-, se dedicó a destruir sistemáticamente las puntas de las pirámides en busca de tan hipotéticos e improbables tesoros.

La operación resultó fructuosa en un único caso, el de la pirámide número seis, perteneciente a la candace (reina) Amanishaketo (25 a.C.), contemporánea de Augusto, en donde se encontró casualmente una serie de joyas conservadas en las paredes. El descubrimiento, si las circunstancias referidas por el autor son exactas, aún presentando extraordinarios motivos de interés debido a la refinada técnica con que habían sido realizados los collares, no justifica desde luego el destrozo cometido por Ferlini. Éste, dándose cuenta mientras tanto de la creciente hostilidad de los lugareños, abandonó precipitadamente Meroe.

La colección, introducida en Italia, no resultó fácil de vender. Por una parte, por las dudas surgidas en cuanto a su autenticidad -evidentemente debidas a un conocimiento aún insuficiente de las antigüedades nubias- y, por otra, debido a las exorbitantes exigencias del comisionista. Al cabo de algún tiempo, Luis I de Baviera adquirió una parte de las joyas, y en 1844, cediendo a las presiones de Lepsius, se encontró por fin un digno emplazamiento para el resto de los objetos en el Museo de Berlín, donde hoy están custodiados.

Antigüedades nubias en el mundo
La panorámica más completa de antigüedades nubias se concentra, como es lógico, en el Museo Nacional de Jartum. El espacio expositivo se articula en dos planos: el primero recoge testimonios que van de la Prehistoria al Meroítico Tardío; el segundo, frescos procedentes de las iglesias de la Nubia cristiana. En jardines exteriores que miran al Nilo se han reconstruido por completo los templos de Buhen y Semna. Siempre en África, no resulta menos notable la colección del Museo Egipcio de El Cairo y es reciente la inauguración de un nuevo Museo de Nubia en Asuán.

En Estados Unidos pueden verse hallazgos sudaneses de gran interés en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, en el Museum of Archaeology and Anthropology de Filadelfia y en el Museum of Fine Arts de Boston.

Pero Europa también se encuentra bien dotada de preciosos testimonios. Huellas de la cultura kushita aparecen de hecho en Madrid, París y Londres y en los museos egipcios de Berlín y Munich, que albergan las notables joyas pertenecientes a la candace Amanishaketo expoliadas de la necrópolis real y traídas a Europa por Ferlini.

En Italia además del Museo Egipcio de Turín en el que se ha reconstruido espléndidamente el templo rupestre de Ellesija, se conserva en la Universidad de Pisa una pequeña pero preciosa colección de objetos procedentes de las excavaciones realizadas en Nubia, en la zona de Soleb y Sedeinga, por un equipo italo-francés.

Entre las curiosidades podemos recordarla copia a tamaño natural de la escena de ofenda al dios Apedemak representada en el templo del León de Musawwarat, que se encuentra en el Departamento de Ciencias Históricas, Arqueológicas y Antropológicas de la Antigüedad de la Universidad de Roma la Sapienza.

La tercera necrópolis
No se puede poner remedio a la devastadora visita de Ferlini a la necrópolis real, pero en los últimos años se han llevado a cabo algunas intervenciones dirigidas por el Servicio de Antigüedades Sudanesas, en colaboración con la Universidad de Berlín, que permiten al visitante actual imaginar el posible aspecto original del valle. Los pilonos han sido, en gran parte, levantados de nuevo, la citada pirámide 19 ha sido realzada y las 29 y 30, totalmente reconstruidas.

A menos de dos kilómetros se extiende, en la llanura desértica limítrofe con el centro urbano de Meroe, una tercera necrópolis, llamada por los especialistas "necrópolis occidental", que comprende unas quinientas inhumaciones. Utilizada exclusivamente por miembros de la familia real y por nobles, incluye igualmente numerosas pirámides que, sin embargo, no pueden competir por disposición, ni por dimensiones ni por calidad con las que construyeron los reyes que gobernaron este antiguo reino sudanés. Nuestra excursión, alegrada por el festivo recibimiento de los muchachos del cercano pueblo de Bagrawiya, concluye a primera hora de la tarde, cuando el calor, agobiante desde hace horas, se hace insoportable. Los jeeps nos esperan a la sombra de algunas acacias como aislados puntos de referencia en la desolada planicie que empieza a poblarse de espejismos. Ha llegado el momento de regresar a Jartum. Volvemos la mirada atrás: las pirámides, esos mágicos navíos surgidos de la nada para recibirnos, van hundiéndose en la arena hasta desaparecer tras las dunas.
 
 

Cronología
713-664 a.C. Los nubios se internan en Egipto e imponen una dinastía propia, la XXV.
664 a.C. El último faraón de la XXV dinastía, Tanutamon, derrotado por los asimos, huye de Egipto y se refugia en Nubia.
663-300 a.C. La ciudad de Napata se comerte en el mayor centro político y religioso del imperio kushita.
332 a.C. Alejandro Magno conquista Egipto.
300 a.C.-300 d.C. El rango de capital pasa a Meroe, en la Alta Nubia.
30 a.C. Augusto conquista Egipto.
24-23 a.C. Escaramuzas armadas entre Roma y Meroe. El prefecto Petronio alcanza Napata, ya en decadencia desde hace tiempo.
21 a.C. Acuerdos de Samos. Augusto exime a los nubios de tributo a cambio de su compromiso de no atacar la Baja Nubia o Dodecasqueno.
1-20 d.C. Meroe, reino del soberano Natakamani y de la candace Amanitore.
60 d.C. Nerón organiza expediciones militares en la región del Alto Nilo.
90-114 d.C. Reino del soberano Tekoridemani.
297 d.C. Diocleciano retira las tropas del Dodecasqueno.
350 d.C. El rey axumita Etsana llega a Meroe, encontrándola ya en estado de pleno abandono. Axum se convierte en la potencia hegemónica de África Oriental.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
INDICE
Amiga de Roma
El tesoro de la reina
Antigüedades nubias en el mundo
La tercera necrópolis
Cronología
Nubia, geografía de una region
¿Kushitas, etíopes o nubios
Culturas 
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Ubicacion de las necropolis meroiticas
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Vasijas de cultura meriotica
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Mapa con la ubicacion de las piramides en la necropolis de Meroe
Nubia, geografía de una región
La región de Nubia se extiende a ambos lados de la frontera entre Egipto y Sudán, en torno a la confluencia del Nilo con el Atbara. Nubia es el país de las cataratas del Nilo, se cuentan seis en sus arenas, y en la antigüedad fue el escenario de encuentro entre el mundo mediterráneo y el africano. Separado del desierto líbico por el valle del Nilo, el desierto de Nubia es una llanura rocosa de piedra arenisca. A diferencia del desierto Ubico, en el de Nubia hay pocas dunas de arena y éstas se concentran en su zona oriental, en las estribaciones del desierto del mar Rojo. Esta inmensa extensión árida es ocasionalmente recorrida por wadis (riachuelos  estacionales) que se evaporan antes de que sus aguas alcancen la comente del Nilo. El promedio anual de precipitaciones registradas apenas alcanza una media de 125 milímetros por metro cuadrado. La región está dividida en dos partes. La Baja Nubia, que se extendía río arriba, fue sumergida a partir de 1971 bajo el inmenso lago Nasser, que se encuentra a caballo entre Egipto y Sudán. 

Más al sur, a partir de la Segunda catarata cerca de Wadi Halfa y al menos hasta la Sexta, a pocos kilómetros de Jartum, se extiende la Alta Nubia, hoy totalmente incluida en Sudán. Aquí es donde florecieron las culturas locales más importantes. La división geográfica entre Alta y Baja Nubia tiene unos orígenes antiquísimos y era ya utilizada por los egipcios, que con los términos Wawat y Kush indicaban respectivamente la Nubia septentrional y la meridional.

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Anillo de oro con la cabeza del dios Amon
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Vasos de cristal azul, pintados y dorados, procedentes de la necropolis occidnetal de Sedeinga, epoca 250-300a.c.
¿Kushitas, etíopes o nubios?
Las tres palabras han entrado a formar parte, de modo más o menos apropiado, del vocabulario vulgar con el que se designa a las poblaciones que vivían antiguamente en el alto valle del Nilo. No se trata, sin embargo, de términos autóctonos, sino de denominaciones atribuidas a estos pueblos por parte de culturas ajenas que entraron en contacto con ellos con el correr del tiempo. Con el término "reino de Kush" -al que se solían añadir el adjetivo de "vil" para subrayar su carácter amenazante- los egipcios solían designarla civilización kerma, desarrollada a la altura de la Tercera catarata alrededor del tercer milenio a.C.. Por extensión, todos los habitantes de la zona y de las áreas limítrofes acabaron llamándose kushitas.

Los kushitas tuvieron en África un papel de gran relevancia política, llegando a dominar incluso al propio Egipto, donde impusieron en el siglo VIII a.C. una dinastía denominada "etiópica", que duró unos cincuenta años y que comprendió cinco faraones: Plankhi, Shabaka, Shabataka,Taharka y Tanutamon.

Una vez de vuelta a su tierra de origen ejercieron, actuando desde su base de Napata y a continuación desde la más meridional ciudad de Meroe, la función de eslabón entre el mundo africano y las culturas mediterráneas. Especialmente durante la fase más tardía de su historia, en gran parte vinculada a la existencia de Meroe y por tanto denominada meroítica, los habitantes de las regiones incluidas en el Norte del actual Sudán comenzaron a mantener contactos regulares con el mundo clásico, debido a los cuales fueron llamados "etíopes", que en griego significa "caraquemadas". Los escritores griegos y romanos dejaron de los etíopes y de su tierra, Etiopía (que no debe confundirse con el país actual), descripciones bastante fantasiosas e idealizadas. Ésta de Heródoto es reveladora: "Allí en donde el sol declina a mediodía, se extiende hacia occidente Etiopía, la última tierra habitada: de esa región proceden el oro y el ébano en grandes cantidades; allí viven enormes elefantes, todo tipo de árboles silvestres y los hombres más grandes, más hermosos y más longevos del mundo".

A parir del siglo III d.C., nuevos grupos centroafricanos, los Noba, emigrando hacia el Norte, se mezclaron con el sustrato étnico preexistente. Una vez sedentarizados, el país tomó de ellos el nombre de Nubia y la población el de nubios.


 
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