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Derechos humanos, ¿arma de guerra? Plinio Apuleyo Mendoza está convencido de que las ONG que sirvende sustento a los informes del Departamento de Estado "no son tan inocentes como parecen". Un análisis con cariz de denuncia. Colombia es un país con pésima reputación y mucho me temo que ella no sea inmerecida. ¿Cómo podemos pretender una buena imagen en el exterior si además de ser el primer productor y traficante de cocaína, somos el país con mayor número de secuestros, el segundo en asesinatos y el tercero en grados de corrupción? Además compartimos con Siria, Irak, Cuba y China y la antigua Yugoeslavia el triste calificativo de ser el país donde más violaciones se registran a los derechos humanos. Las estadísticas difundidas por diversas ONG y acogidas como veraces por el Departamento de Estado de los Estados Unidos dan cuenta de que el 73% de las violaciones a los derechos humanos cometidas en Colombia corren por cuenta de los grupos paramilitares y un 5% por militares y policías, y en la medida en que se ha sostenido que los primeros actúan en connivencia con la Fuerza Pública el Estado resultaría responsable en un 78% de tales atropellos. Esta es la impresión que comparte la comunidad internacional, incluyendo en ella a los gobiernos norteamericano y de la Unión Europea. ¿Qué tan fiables son estas estadísticas y las denuncias que las acompañan? Según el informe del Departamento de Estado divulgado en 1999, "las fuerzas gubernamentales continuaron cometiendo numerosos y serios abusos, incluyendo asesinatos extrajudiciales, a un ritmo similar al de 1998". Human Rights Watch llega a idéntica conclusión. Los dos informes aseguran además que altos oficiales del ejército cooperan con paramilitares. Naturalmente estas denuncias coincidentes han provocado inquietudes en la prensa y en el Congreso de los Estados Unidos. "El Ejército Fábricas de infundios Nadie en el ámbito internacional se ha tomado, sin embargo, el trabajo de averiguar de dónde salen estas acusaciones. Porque ni el Departamento de Estado ni Human Rights Watch o Amnistía Internacional realizan directamente en Colombia investigaciones de campo. Se limitan a reproducir los informes de algunas ONG cuyos objetivos y fachadas consideran muy respetables y a tomar nota de los cargos contra los militares recogidos por la llamada Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía. Nunca escuchan a los sindicados. De antemano los consideran culpables. Las ONG colombianas como el Centro de Investigaciones y Educación Popular, CINEP, la Comisión Colombiana de Juristas y el Comité Por su parte, la Comisión Colombiana de Juristas está conformada por abogados cercanos al Partido Comunista Colombiano. Pertenece a las ONG de América Latina y del Caribe que en la llamada Declaración de Quito pidieron que "no se hiciera extensivo el calificativo de Justicia y Paz, ONG dirigida por el sacerdote Javier Giraldo Moreno, va por igual camino. Con su lista de infundios, muchos de ellos denunciados por mí, podrían llenarse dos libros. Me detengo en un solo caso: el del municipio de Carmen de Chucurí cuyo calvario tres Carmen de Chucurí es una aldea que vivió durante 30 años bajo la dominación de la guerrilla. Allí nació Gabino, actual jefe del Eln. En Un día llegó a hacerse cargo del puesto militar un joven oficial, el capitán Germán Pataquiva. Es un militar a quien conozco muy bien. Pacientemente, Pataquiva puso a su tropa no a combatir sino a hacer parques, caminos, salas comunales, escuelas. Se hizo amigo del alcalde Alirio Beltrán aún a sabiendas de sus nexos con la guerrilla. Se dedicó a visitar campesino por campesino y a resolverles sus problemas. "Llegó un momento en que todos me debían un favor", dice. El Eln, considerando que el alcalde se había dejado lavar el cerebro, lo citó al campamento del frente Capitán Parmenio y lo mató. Su cadáver fue encontrado sin uñas y con las piernas quemadas con ácido. Fue la gota que desbordó el vaso. El pueblo se sublevó contra el Eln. Estaba fatigado de impuestos, de adoctrinamiento y sobre todo del reclutamiento forzado de muchachos y de muchachas. Y la historia que sigue la viví de cerca: la guerrilla voló puentes y acueducto, quemó camiones de cacao y sembró de minas quiebrapatas Cuando el terror no pudo doblegar a Carmen de Chucurí, la subversión puso en marcha contra el Capitán Pataquiva la mejor de sus armas: la guerra jurídica. Testigos falsos y con protección de identidad fueron movilizados por organizaciones de derechos humanos como Justicia y Paz para inundar de falsas denuncias la Fiscalía, la Defensoría del Pueblo y toda suerte de organizaciones internacionales. Desde entonces, Germán Pataquiva ha vivido un calvario. Ha sido acusado de 147 homicidios, intimidación, terrorismo, torturas y desapariciones. Fue detenido por agentes del DAS e interrogado por fiscales sin rostro. Y nunca se le ha podido comprobar nada, por la simple razón de que nada de eso es cierto. Ha salido indemne de 10 investigaciones. Y no obstante, en informes publicados en el exterior, como el libro Terrorismo de Estado, estos cargos son dados por ciertos. Todo indica que las ONG internacionales han dado crédito a los informes de Justicia y Paz, en los cuales señala como paramilitares a La guerra jurídica En síntesis, Justicia y Paz pasa por alto los horrendos atropellos a los derechos humanos perpetrados por la subversión en Carmen de Para responder a la primera pregunta, debo decir que la estrategia desarrollada por la subversión ha sido definida por sus dirigentes como la "combinación de formas de lucha". La más obvia es la que cumple su aparato militar siguiendo las pautas de la guerra. En el plano económico, sus fuentes de financiación son el narcotráfico, el secuestro y la extorsión. Pero todo eso no es sino la parte más conocida de su poder. La estrategia que desarrolla en el campo político pertenece a lo que el general Adolfo Carvajal, analista del fenómeno guerrillero, llama la "dimensión desconocida". Se trata de una verdadera guerra psicológica y jurídica cuyos medios más usuales son los siguientes: a) La manipulación que hace del tema de derechos humanos para convertirlos en arma de guerra. Para ello se vale de varias ONG de b) La presión para obtener que ni legal ni constitucionalmente se expidan leyes o normas que hagan más eficaz la acción antisubversiva. c) La infiltración en el poder judicial y en importantes entidades de fiscalización e investigación como son la Fiscalía, la Defensoría del La manipulación de los derechos humanos a través de las ONG y la infiltración de funcionarios proclives a la subversión en la Fiscalía, especialmente en la Unidad de Derechos Humanos, ha permitido abrir procesos y en ocasiones dictar medidas de aseguramiento contra altos oficiales del Ejército y entre ellos, y no por casualidad, los que más éxitos y más efectividad demostraron en la lucha antisubversiva. los generales Farouk Janine Díaz, Rito Alejo del Río y Fernando Millán han sido víctimas de toda suerte de infundios y montajes. Después de haber sido varias veces condecorados por el Ejército de Estados Unidos, la embajada de ese país les retiró las visas "por actividades Mientras la prensa colombiana ha guardado silencio frente a este estrambótico desafuero, ha sido una periodista del Wall Street Journal, Todo esto forma parte de una guerra jurídica en la que aparecen implicados funcionarios de la Fiscalía y organizaciones no gubernamentales. La secuencia es muy hábil: dichas ONG entregan su informe a la Embajada de los Estados Unidos en Bogotá; al mismo tiempo se lo remiten a Human Rights Watch en Washington, organización que a su vez se lo entrega al Departamento de Estado. De modo que al recibir las mismas denuncias de dos fuentes aparentemente distintas, éste las asume como ciertas y las difunde con el sello de su propia respetabilidad a los cuatro vientos, Y lo peor: el Gobierno colombiano actúa ante ellas como un asustadizo culpable que desea borrar pecados. Lo grave del caso es que el señor José Miguel Vivanco, presidente de Human Rights Watch, marcha al compás del Cinep. Su libro sobre Nos hallamos, pues, ante un montaje de grandes dimensiones, gracias al cual principios muy valiosos para la comunidad internacional son utilizados en Colombia como un arma de la confrontación a favor de la subversión y en contra de las Fuerzas Militares. Con infundios, los alzados en armas y sus amigos embozados dentro de las ONG, la Fiscalía y otros órganos del Estado han estado ganando la guerra jurídica. Sería hora de que el país, a través de sus misiones diplomáticas y de las ONG realmente imparciales, hiciera frente a estas manipulaciones. La verdad y sólo la verdad sería su mejor arma. Y no es lo que se ha hecho hasta ahora. |
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