RESISTENCIA CIVIL
POR: MAURICIO VARGAS
EN HOMENAJE A JIMMY ALBERTO GUAUÑA
Justo cuando el mundo cambiaba de año y la población, en especial en países tan atribulados como Colombia, se llenaba de esperanzas y buenos augurios para el 2002, Jimmy Alberto Guauña, un joven estudiante y dirigente indígena de Coconuco, hermoso y humilde pueblo del Cauca, caía bajo las balas de las Farc tras oponer resistencia pacífica al ataque. Jimmy Alberto, al igual de cientos de habitantes de su poblado y de otros como Bolívar y Puracé en ese departamento, había decidido desde hace varias semanas enfrentar con pañuelos blancos y una manifestación en la plaza central los ataques guerrilleros de las columnas de las Farc que, bajo el mando del otrora intelectual de ese grupo Alfonso Cano, les declararon la guerra a muerte a los indígenas caucanos.
No está claro si Cano y sus hombres justifican la masacre de indígenas con el cacareado discurso de la guerra contra la oligarquía, aunque en medio de la insensatez criminal de este grupo guerrillero ya nada sorprende y bien puede suceder que sus líderes hayan resuelto que los Guauñas son los oligarcas de Coconuco. Pero lo que sí sorprende y de manera positiva aún si eso le costó la vida, es la actitud de Jimmy Alberto que es la misma de miles de habitantes de la zona. Se trata de una verdadera lección de dignidad y valor que marca, más allá de la destrucción que en todo caso causan las Farc, una descomunal derrota política para los asesinos comandados por Cano y Tirofijo.
Qué bueno que el resto del país aprendiera. Muchos ya lo están haciendo. A cientos de kilómetros, en otra población de escasas riquezas materiales y enormes valores humanos, Belén de los Andaquíes en el Caquetá, el espectáculo de los habitantes en la plaza agitando pañuelos blancos y cantando el himno nacional para oponerse al ataque de las Farc, quedó filmado para la historia en un video aficionado reproducido el miércoles por los noticieros de televisión. Algo nuevo y maravilloso, una verdadera revolución civil y pacífica de insospechadas consecuencias puede estar cuajando en contra de las Farc.
Propongo extender la naciente ola de resistencia civil contra las Farc, con pañuelos blancos e himno nacional, en contra de los paras y de los corruptos.
¿Aprenderá el resto del país de esta muestra de honor, de esta jugada a lo Gandhi y a lo grande? ¿Serán capaces, por ejemplo, los cientos de empresas que han cedido a la presión de la malnacida ley 002 y cuyos ejecutivos han ido al Caguán a negociar sus aportes a la guerra y a la muerte de asimilar estas enseñanzas? Ya de por sí resulta maravilloso que sean los más humildes los que estén ofreciendo estas lecciones. Lo sería aún más si los ricos, los poderosos, los que andan en la ciudad en carros blindados y rodeados de guardaespaldas, los que no están tan desprotegidos y expuestos como los indígenas del Cauca, hicieran lo propio y un buen día recogieran la vieja propuesta de País Libre de un gran acuerdo nacional contra el pago del secuestro, el único instrumento que puede servir para acabar con esa práctica medieval.
Y voy más lejos. ¿Qué tal si todo esto se traduce en una gigantesca marcha al Caguán para protestar contra las Farc? ¿Y qué tal si le hacemos lo mismo a Carlos Castaño y a sus masacradores? ¿Qué tal si además de marchar al Caguán, marchamos a Paramillo con los mismos pañuelos blancos a decirles a los paramilitares que no les creemos que sean los libertadores del pueblo contra la guerrilla y que sabemos que en realidad están peleando los territorios de la coca con Tirofijo?
Las posibilidades de este polluelo de resistencia civil que está rompiendo el cascarón son enormes. A todo esto podríamos sumarle algunas lecciones al estilo argentino. ¿Qué tal si en esta campaña electoral la gente sale con los mismos pañuelos blancos a decirles, con carteles con nombres propios, a los políticos de siempre, a los que llevan 20 años en el Senado enriqueciendo a sus familias de contratistas, controlando los auxilios parlamentarios, que se retiren, que se vayan, que no se lancen más? En Argentina la gente señaló con sus nombres y apellidos a los ministros corruptos que el efímero presidente Alfonso Rodríguez Saa acababa de designar y todos, incluido el mandatario, terminaron renunciando. No digo que aquí la cosa sea tan sencilla. Pero algo hay que hacer. Lo que sugiero es que extendamos esta naciente ola de resistencia civil y pacífica a todos los enemigos de Colombia: guerrilleros, paramilitares y políticos corruptos.
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