Las profundas experiencias relatadas por los buzos, encontraron su contraparte en los dos manuscritos que encontraron. En el primero, el teniente Dimitri Kolesnikov se despedía de su esposa, con quien llevaba 3 meses de casado y contaba algunos detalles de sus últimas horas. "15:45. Aquí está muy oscuro para escribir, pero lo intentaré parece que no hay posibilidades. Confiemos que por lo menos alguien lea la nota. Aquí están las listas de los tripulantes de los compartimientos seis, siete y ocho, que ahora se encuentran en el noveno y van a tratar de salir. Saludos a todos. No hay que desesperarse". Días después, fue encontrado el segundo, donde un marino no identificado escribía "Nos sentimos mal. La presión en el compartimiento aumenta. Si salimos, no podremos soportar la presión. Es poco probable que podamos salir por la escotilla de seguridad. No sobreviviremos más de 24 horas".
El agua era tan turbia, a causa de las algas y el hierro retorcido, que las linternas apenas ayudaban a ver. Los buzos rusos y noruegos que tenían a cargo la misión de rescatar los 118 cadáveres del submarino nuclear Kursk, que naufragó el 12 de agosto pasado, debían abrirse paso confiando a veces sólo en el sentido del tacto para buscar los cuerpos.
Además, ellos debieron prepararse pasando algún tiempo en una morgue y recibiendo cursos especiales en la Academia Médica de San Petersburgo. Así lo reveló ayer el buzo Yuri Gusev, quien participó en el rescate, al diario ruso Komsomolskaya Pravda. Gusev regresó al lunes a Moscú tras concluir 18 días de operaciones en que se logró recuperar los cuerpos de sólo 12 de los marineros que murieron en el accidente en el Mar de Barents. También lograron rescatarse dos manuscritos de marineros y algunos documentos de la nave.
Por otro lado, el jefe ruso de la operación, el almirante Gennady Verich, declaró al mismo diario que no tomó en cuenta los consejos de quienes le advirtieron que los buceadores no debían mirar a la cara a las víctimas por razones psicológicas. Verich explicó que "en ocasiones tuvieron que trabajar cerca de dos horas para sacar un cuerpo. Si un buzo se asustara de mirar a la cara a los cadáveres, de tocarlos, no habría podido hacer el trabajo". Más aún, sin querer hablar sobre el aspecto emocional del rescate, Verich indicó que, si se lo pidieran, volvería a llevar a cabo la operación y que "lo único malo es que no pudimos rescatar a todos. Por ello quisiera pedir perdón a los parientes de los fallecidos".
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En este sentido, otro buzo ruso, Sergei Shmygin, a su llegada al puerto de San Petersburgo señaló que "para mí es muy difícil evaluar la operación. Todo está en mi corazón...y no quiero recordarlo" y agregó "usted me entiende, no es como si hubiéramos estado buscando oro allá abajo".
El fin de la historiaGusev explicó además que cuando ellos llegaron a la cápsula de escape delantera del submarino, la encontraron intacta. Por ello, suponen que en vista del grave daño que sufrió la proa de la nave -según la información entregada por la armada rusa- ninguno de los marineros que estaba en esa parte de la nave sobrevivió lo suficiente como para llegar a ella y tratar de abrirla, y los que estaban en la popa tampoco hubieran podido llegar porque el camino estaba obstaculizado por los escombros.
La operación de rescate de los cadáveres fue suspendida el 7 de noviembre pasado por mal tiempo y de manera "definitiva", debido al peligro vital al que estaban siendo expuestos los buzos. Por ello, se ha señalado que el resto de los 106 cuerpos de los tripulantes de la nave deberán esperar al menos hasta mediados del 2001 para ser rescatados, pues en esa fecha la Armada rusa tiene previsto un plan para reflotar la nave, que se encuentra a 108 metros de profundidad. De acuerdo al proyecto, el cuerpo principal del submarino, de 18 mil toneladas, será levantado en un intento, mientras que los restos del compartimiento anterior de torpedos serán cortados y movidos por separado.
En tanto, las causas del accidente siguen siendo investigadas. Si bien los buzos se han abstenido de dar versiones respecto el origen del siniestro, las autoridades rusas han acusado a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) asegurando que un sumergible de algún país miembro de esa organización causó el hundimiento del Kursk. Mientras, el diario local Novaya Gazeta agregó una nueva versión a las causas del accidente, sosteniendo que el Kursk fue bombardeado por error por un cohete-torpedo lanzado desde el destructor ruso Pedro el Grande.
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